Parménides de Elea
(s. V a.C.) POR HERDER
Filósofo griego presocrático.
Originario de Elea, nació hacia el año 515 o 510 a.C. Parece que
fue discípulo de Jenófanes de Colofón (del que amplió su
panteísmo y lo convirtió en un panlogismo) y, según Teofrasto,
fue discípulo de Anaxímenes. También mantuvo contacto con los
pitagóricos, siendo discípulo de Aminias y de Dioquetas (personajes
sobre los que nada o casi nada se sabe). Pero, en cualquier caso,
reaccionó vigorosamente contra el pitagorismo. Según Guthrie, la
gran influencia de Parménides permite dividir la filosofía
presocrática en dos: así, cronológicamente, es posterior a
Heráclito; mientras que Empédocles, Anaxágoras, Leucipo y
Demócrito son, tanto cronológica como filosóficamente,
post-parmenídeos. Es decir, su filosofía no podía ser ignorada y
marcó decisivamente el pensamiento posterior engendrando la
ontología y la metafísica.
Parménides escribió un extenso poema
de 154 versos hexamétricos dividido en dos partes y un proemio.
Además de este proemio (compuesto por 32 versos), la primera parte
se titulaba vía de la verdad y la segunda, vía de la opinión .
El proemio describe cómo Parménides
fue raptado por entes divinos que le conducen mediante un carro
tirado por yeguas y guiado por las hijas del Sol hacia la presencia
de una diosa benevolente, más allá de las puertas del día y de la
noche. Estas aurigas inmortales franquean la puerta guardada por Diké
(la justicia) hasta llegar ante la diosa que le comunicará la verdad
. La diosa le acoge señalándole que ha sido el amor a la justicia y
a la sabiduría quienes le han llevado a su presencia y al auténtico
camino del conocimiento. Ahora, debe escuchar y entender ya que es
necesario que aprenda a conocerlo todo, «tanto el inconmovible
corazón de la bien redondeada verdad, como las opiniones de los
hombres», a las cuales «no debe concederles ninguna convicción
verdadera». No obstante, debe conocerlas para saber qué juicio le
deben merecer dichas falsas opiniones. El discurso de la diosa
referente a la «bien redondeada verdad» constituye la vía de la
verdad; el discurso sobre las falsas opiniones de los hombres
constituye la vía de la opinión . Este proemio puede interpretarse
de diversas maneras complementarias. Por una parte podría ser
realmente la expresión de una vivencia mística de Parménides que
nos narra, a la manera de la antigua tradición religiosa, su
experiencia de acceso a una verdad suprema. Por otra parte, este
acceso a la verdad debe entenderse en clave epistemológica: el viaje
de la noche al día, hacia la morada de la verdad es una alegoría
del proceso del conocimiento. En este sentido, el mito de la caverna
de Platón , en el que el prisionero del fondo de la caverna es
raptado y obligado a la fuerza a salir hacia el exterior y
enfrentarse a una realidad más verdadera que la de las sombras
proyectadas en el fondo de la cueva, podría entenderse, en cierta
forma, como un homenaje al poema de Parménides.
El ser se corresponde con la verdad,
que es intemporal, mientras que la noche o la oscuridad representaría
el falso conocimiento sometido a la variación, al cambio y la
multiplicidad.
La vía de la verdad se muestra
como el único camino realmente practicable para el filósofo, pues,
como dice la diosa, los dos únicos caminos de investigación que se
pueden concebir son: «El uno, que el ser es y que el no-ser no es.
Es el camino de la certeza, ya que acompaña a la verdad. El otro,
que el ser no es y que necesariamente el no-ser es. Este camino es un
estrecho sendero, en el que nada iluminará tus pasos. Ya que no
puedes comprender lo que no es, pues no es posible, ni expresarlo por
medio de palabras. Porque lo mismo es pensar y ser. Es
necesario decir y pensar que lo que es, es, ya que el ser es y el
no-ser no es; afirmaciones que te invito a considerar bien.» De esta
afirmación de la diosa se derivan toda una serie de consecuencias:
a) El ser es único. Sólo hay
un ser, pues caso que no fuera así, ¿qué los diferenciaría?. No
podría diferenciarlos algo que es, puesto que, en cuanto que esta
diferencia es, es (sigue siendo ser y, por tanto, no es diferente del
ser). Ni menos aún podría diferenciarlos lo que no es, puesto que
lo que no es no es. Así, mediante un proceso de razonamiento por
reducción al absurdo, Parménides señala la unicidad del ser.b)
El ser es eterno: «No fue, ni será, porque es a la vez entero
en el instante presente, uno, continuo. Pues, ¿qué origen puedes
buscarle? ¿Cómo y de dónde habrá crecido? No te dejaré decir ni
pensar que es del no-ser. Ya que no puede decirse ni pensarse que no
es. ¿Qué necesidad lo hizo surgir más pronto o más tarde, si
viene de la nada? Así pues, es necesario que sea absolutamente, o
que no sea en absoluto.» No puede, pues, haber tenido origen ni
puede tener fin. Si tuviese origen, ¿de dónde procedería? No puede
proceder de lo que es, ya que entonces no puede hablarse de origen
(ya es el ser), no puede proceder del no ser, ya que el no ser no es.
c) Igualmente ha de ser inmóvil e inmutable. Si el ser fuese
móvil debería moverse en algo, pero este algo, ¿es o no es?. Si
es, el ser es en el ser y no puede ser móvil. Por otra parte no
puede no ser puesto que lo que no es no es. Además, la mutabilidad o
el cambio consiste en dejar de ser para ser otro. Pero el dejar de
ser no es posible ya que sería aceptar el no ser. d) Por las
mismas razones, no puede tener principio ni fin. e) Se
da una identidad entre el pensar y el ser. Sólo el ser puede
ser pensado, ya que el no ser, en cuanto que no es, no puede ni tan
sólo ser concebido. Esta identificación entre pensar y ser ha
sido interpretada también como una identificación de origen mágico
entre el símbolo y lo simbolizado; entre el pensar y el decir; entre
las palabras y las cosas (como en la magia simpática, por ejemplo).
Pero también puede entenderse como una tesis panlogista: el pensar
determina qué es real en la medida en que el pensar también es ya
ser.De esta manera, partiendo de la afirmación: el ser es y el no
ser no es, tomada como si de un axioma se tratase, se llega a la
deducción de estas propiedades. Y el movimiento, la pluralidad, la
temporalidad, la generación y la destrucción «no son más que
nombres instituidos por los hombres en su credulidad». En cuanto que
ejercicio deductivo, se ha considerado el Poema de Parménides como
un acta de fundación de la lógica, ya que, además, según esta
interpretación, la verdad de la que habla Parménides sería la mera
verdad lógica derivada de los principios de no contradicción y del
tercero excluido. En este caso, el ser del que habla sería el ser
del juicio.En la vía de la opinión, que es la parte peor conservada
del poema, Parménides elabora una filosofía de la naturaleza y una
cosmología basada en dos principios: el fuego y la noche oscura. Se
ha discutido mucho el significado de esta tercera parte del poema:
¿cómo se relaciona con la vía de la verdad?, ¿qué significado
tiene?. Para unos, es una parte meramente negativa en la cual
Parménides expone una cosmología para criticar y ridiculizar la
especulación de sus predecesores, en especial los pitagóricos. Para
otros, más bien se trata de un intento de racionalización del mundo
en que vivimos tal como nos lo muestran los sentidos. Si por la razón
hemos de aceptar que el ser es único, mediante los sentidos y la
experiencia inmediata hemos de aceptar que, aunque ilusorio en cierto
sentido (abstracto), el mundo físico (concreto) presenta cambio,
multiplicidad y alteración. En esta parte, Parménides ofrecería
una vía de explicación de la realidad aparencial de los sentidos y
de la opinión. En este sentido podría entenderse como una
explicación del saber humano que, no obstante, debe ser superada a
un nivel superior por el auténtico conocimiento que nos ofrece la
vía de la verdad. De ser cierta esta interpretación, Parménides
ofrecería una distinción entre el ser y lo ente. El ser, pues,
sería un principio ontológico que no debería confundirse con los
entes. Desde esta perspectiva no hay contradicción en decir que el
ser es único, eterno e inmóvil y decirlo mientras se está
caminando, puesto que el discurso sobre el ser y el discurso sobre
los entes se realiza en planos distintos. Parménides, según esta
interpretación, no dice que lo ente no cambia; es el ser quien es
inmutable, puesto que lo concibe de forma puramente conceptual, no
como ente ni como cuerpo espacio-temporal. Por ello, en el ser, el
espacio y el tiempo quedan abolidos. Una posterior interpretación
religiosa del ser parmenídeo la identificará con el Dios del
monoteísmo. Como en el caso de Parménides, y usando sus mismos
argumentos, se defenderá que Dios ha de ser único, eterno,
inmutable e imperecedero.No obstante, todas las interpretaciones del
poema de Parménides chocan con la ambigüedad del uso del término
es («esti» en griego) en las expresiones «lo que es es, lo que no
es no es», ya que esti puede tener tres acepciones:a) una acepción
copulativa, como en la frase «esto es una mesa».b) una acepción
existencial, como en la frase «existe algo».c) una acepción de
verificación, en el sentido de «es verdad». Muchos autores que han
destacado la posibilidad de estas confusiones han interpretado que
todo el Poema de Parménides es fruto de un equívoco derivado de la
confusión entre estas acepciones, de manera que Parménides, según
esta interpretación, habría llegado a la conclusión de que no es
posible realizar predicaciones negativas. Es decir, puesto que el no
ser no es, no es posible decir que «el árbol no es verde», ya que
el «no es» es absurdo. De ahí se seguiría que no hay posibilidad
de ninguna distinción, puesto que si algo X es distinto de algo Y,
entonces, se tendría que X no es Y pero, puesto que no es posible
decir ni pensar lo que no es, no habría distinción entre X e Y y
todo formaría una única unidad idéntica, homogénea e indivisible.
Contra este equívoco se habría alzado Aristóteles, para quien en
todo proceso de cambio hay algo que siempre permanece (el sustrato),
una forma y una privación (ver texto ). De esta manera un sustrato S
que es P puede cambiar, puesto que cambiar no es pasar de S a no-S,
sino que es el proceso por el cual un S que es P pasa a ser un S que
es no-P (que se ha privado de la propiedad P). Así, el cambio
siempre supone un sustrato que no cambia. Dicho sustrato, en última
instancia, es la materia primera. Pero, si bien es cierto que
Aristóteles supera el problema planteado por las ambigüedades del
significado del verbo esti y ofrece una importante elaboración de la
noción de cambio a partir de las nociones de acto y potencia (ver
texto ), no está claro que conceptualmente vaya mucho más allá de
lo señalado por Parménides, pues el esti del cual habla este autor
podría referirse directamente al sustrato último que, también para
Aristóteles, siempre permanece. Por su parte, Platón, que había
criticado la concepción parmenídea del ser (ver texto ), sustituyó
la dicotomía eleática entre ser y no ser por una tricotomía: ser -
no ser - devenir, clasificando el mundo sensible como un eslabón
intermedio entre el no ser y el ser, y clasificando de la misma
manera al conocimiento, atribuyendo el conocimiento a la región del
ser, la ignorancia a la del no ser, y la creencia a la región
intermedia del devenir (ver texto ).
A veces se ha contrapuesto la filosofía
de Parménides con la de Heráclito, señalando que mientras el
primero destaca el carácter inmutable del ser, el segundo elabora
una filosofía del puro devenir, e incluso se ha dicho que la frase
del poema parmenídeo que acusa a los hombres bicéfalos o de doble
cara («por donde vagan errantes los hombres ignorantes, de doble
cara») se refería a Heráclito, ya que éste, al defender el
devenir, estaría afirmando que todo cuanto es, en la medida en que
está continuamente cambiando, es en cuanto que no es. Pero, dejando
aparte que sea dudosa la atribución de esta frase a una crítica a
Heráclito, debe destacarse que, en cierta medida, la confrontación
entre Heráclito y Parménides no es tan radical como puede parecer a
simple vista, ya que también Heráclito hizo una crítica a los
meros datos sensoriales y negó dignidad ontológica a la
multiplicidad cambiante, al reivindicar la necesidad de un punto de
vista superior representado por el logos.La obra de Parménides fue
continuada por los otros eleatas: Zenón de Elea y Meliso de Samos.
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