viernes, 20 de junio de 2014

DEMÓCRITO SGÚN DICCIONARIO HERDER

Demócrito, (ca. 460- 370)por herder

Filósofo griego clasificado entre los presocráticos, aunque cronológicamente es contemporáneo de Sócrates. Nació hacia el 460 a.C., en Abdera (Tracia). Para realizar estudios viajó por Egipto, Persia y Babilonia, y quizás por Etiopía y la India. Fue discípulo de Leucipo, y desarrolló con mayor detalle su teoría atomista. Por esta razón, en la antigüedad, algunos negaron la autenticidad de la existencia de Leucipo, ya que atribuyeron el atomismo íntegramente a Demócrito. Se conservan numerosos fragmentos de una gran cantidad y variedad de obras (Trasilo le atribuye 52 libros, de los que no se conserva ninguno) que, junto con las citas o referencias de otros autores de la antigüedad, especialmente Aristóteles, son la fuente documental de la teoría atomista. Aunque los fragmentos de sus muy numerosas obras muestran una gran amplitud
de intereses: ética,cosmología, música, matemáticas, lo más característico de su pensamiento es la concepción física atomista.


Como Leucipo, Demócrito partió de los principios establecidos por Parménides. Pero para respetar los principios del eleatismo (lo que es debe ser necesariamente uno e inmóvil) y, a la vez, para salvar las apariencias, es decir, para dar cuenta de la apariencia del mundo sensorial (cambio, movimiento, multiplicidad), afirmó la existencia de los átomos (cada uno de ellos con las características atribuidas por Parménides a lo ente: cada átomo es sólido, lleno e inmutable) y la existencia del vacío, que es una especie de no-ser que explica la multiplicidad y el cambio ya que, siendo lo que separa los átomos, permite el movimiento, la generación y la corrupción, es decir, lo que permite los choques y desplazamientos de los átomos.Para explicar la percepción sensible (desechada por Parménides como vana ilusión), y partiendo de su concepción pansomática, Demócrito sostuvo que también el alma (RLP²) es corporal y mortal (formada, pues, por átomos). Como entidad corporal, el alma mueve el cuerpo, pero también es afectada por éste. Dicha afección del alma por el propio
cuerpo y por los cuerpos exteriores es lo que explica el conocimiento sensorial. Ahora bien, estas percepciones del mundo exterior carecen de plena objetividad. Esta concepción es el antecedente más remoto de la distinción, generalmente aceptada en la filosofía de los siglos XVII y XVIII, entre cualidades primarias (objetivas) y cualidades secundarias (subjetivas). Por ello, en el aspecto epistemológico, Demócrito mantuvo un cierto escepticismo: «Nos es imposible llega a saber qué es en realidad cada cosa», y «En realidad no conocemos nada, ya que la verdad está en lo profundo». Consideró que el conocimiento sensorial era un «conocimiento oscuro» y que las cualidades sensibles de los cuerpos son reacciones de nuestra sensibilidad a las propiedades de los átomos: «En nuestra creencia existe lo dulce y lo amargo, lo caliente y lo frío, y así también existe el color; pero la realidad es que sólo hay átomos y vacío».La exposición del atomismo de Leucipo y Demócrito se halla en el artículo dedicado al atomismo.

atomismo

Del griego (atomos), indivisible. Concepción teórica según la cual los últimos elementos constitutivos de la realidad son unidades materiales indivisibles y discretas. En un sentido amplio, se habla también de atomismo cuando se afirma que una realidad parcial concreta se compone de unidades mínimas que no pueden ser divididas en otras. En este caso se trata del atomismo psicológico, propio de las filosofías empiristas del s.XVIII y de la psicología asociacionista, o bien del atomismo lógico, que considera tanto el mundo como el pensamiento lógico como compuesto por unidades atómicas.

Los primeros atomistas fueron los filósofos presocráticos griegos Leucipo y Demócrito y, más tarde, los epicúreos y Lucrecio, que plantearon la hipótesis puramente especulativa de que la realidad material estaba compuesta de átomos y vacío. Según ellos, que defendían el pansomatismo, todos los cuerpos están formados por átomos, los cuales eran elementos simples, sólidos y llenos, físicamente indivisibles, eternos, en perpetuo movimiento, ilimitados en número, y distintos sólo por la figura (skhéma), el orden (táxis) en que se unían y la posición (thésis). Esta afirmación, que permitía superar las contradicciones del continuo matemático (¿cómo podría ser consistente una materia divisible hasta el infinito?), no fue generalmente aceptada en el mundo antiguo, y solamente reapareció tímidamente en el atomismo moderno. Con esta concepción distinguían entre el infinito desde el punto de vista físico del infinito matemático. Físicamente, hay un límite más allá del cual no es posible la división: los átomos. En cambio, desde una perspectiva meramente ideal, todo puede ser infinitamente dividido matemáticamente.Según Aristóteles, los atomistas plantearon su teoría para conciliar las ideas de Parménides (la realidad no cambia) con los datos de los sentidos (hay cambio), manteniendo, pues, los principios del eleatismo pero salvando las apariencias para poder explicar el devenir y la multiplicidad, y otorgar un cierto valor de verdad a la percepción sensorial. Sobre ello, dice Aristóteles: «Algunos filósofos antiguos creyeron que lo que es debe ser necesariamente uno e inmóvil; ya que siendo el vacío no-ente, no podría existir el movimiento sin un vacío separado de la materia, ni existir una pluralidad de cosas sin algo que las separe [...] Pero Leucipo creyó tener una teoría que, concordando con la percepción de los sentidos, no hacía desaparecer el nacimiento, la corrupción, el movimiento ni la pluralidad de los seres» (Sobre la generación y la corrupción, I,8,325a). «Leucipo y su compañero Demócrito sostuvieron que los elementos son 'lo lleno' y 'lo vacío', a los cuales llamaron 'ser' y 'no ser' respectivamente. El ser es lleno y sólido; el no ser, vacío y sutil. Como, según ellos, el vacío existe no menos que el cuerpo, se sigue que el no ser existe no menos que el ser. Ambos conjuntamente constituyen las causas materiales de todo lo existente» (Metafísica,I,4,985b). Así, pues, los atomistas afirmaban que, por una parte, existía el ser, identificado con «lo lleno», en forma de infinitas partículas indivisibles (átomos), tan pequeñas que no podían ser vistas y, por otra parte, el no-ser, identificado con «lo vacío» y sutil. A su vez, clasificaban los cuerpos en simples y complejos (formados por agregación de cuerpos simples o átomos), razón por la cual consideraban que, en última instancia, solamente existen los átomos y el vacío. La generación o la destrucción de los cuerpos que captamos sensorialmente (y solamente podemos captar los cuerpos complejos ya que los átomos no son visibles), es fruto de la agregación o desagregación de sus átomos constituyentes.Los átomos se diferenciaban entre sí según forma, orden y disposición (A difiere de N, por forma; AN de NA, por orden, y Z de N por disposición) -o, también, por forma, tamaño, disposición y orden -, de manera que toda diferencia entre los átomos, que carecen de cualidades sensibles, se explica por estas variaciones cuantitativas en el espacio vacío (ver cita de Aristóteles). De esta manera, toda diferencia cualitativa se explica, en última instancia, por diferencias cuantitativas y, por ende, cuantificables. El vacío era considerado el requisito para el movimiento de los átomos. De esta forma, quedaba explicado el cambio observable en la naturaleza, escapando así del callejón sin salida de la filosofía monista eleática, que no admitía el cambio. Los átomos son, cada uno de ellos, como el ser de Parménides: eternos, inmutables, sólidos, llenos, increados, imperecederos y continuos, y poseen movimiento propio y espontáneo. Pero el vacío permitía variaciones mecánicas y cuantitativas, sin que dejaran de ser lo que eran. Los átomos existían en movimiento desde siempre, chocando entre sí libremente y al azar. Este movimiento, que no hay que atribuir a ninguna causa, da origen no sólo a los cambios cuantitativos sino que es también el torbellino que da origen al mundo, no sólo éste que vemos, sino infinitos mundos, porque el movimiento es constante y los átomos y el vacío infinitos. No hay finalidad alguna en estos mundos porque todo es fruto del azar y de los mecanismos de unión y entrelazamiento de átomos y no hay, más allá de los átomos y el vacío, ninguna otra cosa, por lo que queda descartada toda teleología. A esta concepción se la conocerá también, posteriormente, como mecanicismo. El movimiento espontáneo y propio de los átomos es comparado con el movimiento de las partículas de polvo que podemos observar en un rayo de sol. Por ello, a veces se ha dicho que el atomismo antiguo es una especie de «metafísica del polvo». El choque espontáneo de los átomos en el vacío produce todo cuanto existe, pues, en virtud de su forma, pueden rebotar los unos en los otros, o unirse. Solamente aquellos que pueden unirse en virtud de sus propiedades pueden dar lugar a cuerpos existentes, en una especie de selección natural que permite afirmar que todo cuanto es real es fruto de las uniones posibles.Puesto que todo ha de explicarse por el movimiento mecánico de los átomos, en el mundo hay necesidad y, puesto que estos movimientos son desconocidos para el hombre y no responden a ningún plan teleológico, hay azar. En este sentido, todo es fruto del azar y la necesidad. Consecuentemente con su concepción pansomática, los atomistas antiguos incluso explican el alma y el conocimiento por medio de los átomos. El alma es un cierto tipo de fuego, de átomos pequeños y redondos, muy movibles, como la vida. Y la actividad del alma, como el sentir y el conocer, se lleva a cabo también por medio de átomos. Dice Aecio: «Leucipo, Demócrito y Epicuro dicen que la percepción y el pensamiento surgen cuando se produce el impacto de imágenes procedentes del exterior, porque nadie sin ellas puede tener ninguna de las dos cosas». Se tiene la visión, por ejemplo, cuando las imágenes de las cosas (eidola), en forma de efluvios de átomos que se trasladan por el vacío, entran en contacto con los efluvios que salen del ojo (porque todos los cuerpos emiten efluvios de átomos e imágenes). De esta manera, todo conocimiento es una forma de con-tacto, y el tacto es, en última instancia, el único sentido existente. Con ello daban explicación de la percepción sensible. A su vez, y dado que el alma también está formada por átomos, el pensamiento, actividad propia del alma, también es de naturaleza atómica: los átomos de la RLP² están dispersos por todo el cuerpo, comunicándole movimiento o concentrándose en alguna parte del cuerpo que provoca el pensamiento. Pero dada esta concepción de la percepción, Demócrito relativiza la validez del conocimiento y afirma que las cualidades sensibles, tales como los colores, olores, sabores, etc., carecen de auténtica objetividad, manteniendo una actitud que aparece como el antecedente más remoto de la distinción generalmente aceptada en la filosofía de los siglos XVII y XVIII entre cualidades primarias (objetivas) y cualidades secundarias (subjetivas). Por ello, en el aspecto epistemológico Demócrito mantuvo un cierto escepticismo: «Nos es imposible llegar a saber qué es en realidad cada cosa», y «En realidad no conocemos nada, ya que la verdad está en lo profundo». Consideró que el conocimiento sensorial era un «conocimiento oscuro» y que las cualidades sensibles de los cuerpos son reacciones de nuestra sensibilidad a las propiedades de los átomos: «En nuestra creencia existe lo dulce y lo amargo, lo caliente y lo frío, y así también existe el color; pero la realidad es que sólo hay átomos y vacío». Esta teoría atómica, que no fue aceptada por Platón, jugó, sin embargo, un poderoso atractivo sobre la filosofía de éste quien, en el Timeo, en cierta forma, la incorpora. Pero, bajo la influencia pitagórica, declara que los cuatro elementos constitutivos del mundo sensible (tierra, fuego, aire y agua) dependen de la estructura de los poliedros regulares (ver texto ) y éstos, a su vez, de las propiedades de sus caras, reductibles dos tipos de triángulos (ver texto ). De esta manera, en lugar de considerar que los átomos tienen poder explicativo de lo real por sí mismos, remite tal explicación a las propiedades geométricas inherentes a la materia. Así, Platón, en lugar de afirmar, como Demócrito, que todo es fruto del azar y la necesidad, afirma que es fruto de la inteligencia y la necesidad o anankhé (ÿ<V(60) (ver texto ). Por su parte, Aristóteles combatió el atomismo de Demócrito y consideró que no es posible un análisis que nos lleve hasta estos hipotéticos constituyentes últimos de la materia. En lugar, pues, de aceptar la existencia de átomos de materia, Aristóteles -que consideraba las propiedades de los cuerpos en función de unos conceptos relativos, como los de materia y forma, y las cuatro causas-, afirmaba que incluso los cuerpos más simples, incluidos los cuatro elementos, son destructibles y pueden estar sometidos a alteración, pues pueden estar sometidos al cambio entitativo. Bajo la gran influencia de Platón y de Aristóteles el atomismo democríteo quedó relegado. Después de Demócrito solamente los epicúreos y Lucrecio lo defendieron en la antigüedad.
















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