miércoles, 12 de septiembre de 2018

Texto de Nietzsche



Nietzsche 1844-1900

Texto extraído de " Así hablaba Zaratustra"

“Tres transformaciones del espíritu os menciono: cómo el espíritu se convierte en camello, y el
camello en león, y el león, por fin en niño […] ¿Qué es pesado? así pregunta el espíritu paciente, y
se arrodilla, igual que el camello, y quiere que se le cargue bien […] ¿Acaso no es: humillarse para
hacer daño a la propia soberbia? ¿Hacer brillar la propia tontería para burlarse de la propia
sabiduría? […] Con todas estas cosas, las más pesadas de todas, carga el espíritu paciente:
semejante al camello que corre al desierto con su carga, así corre él a su desierto. Pero en lo más
solitario del desierto tiene lugar la segunda transformación: en león se transforma aquí el espíritu,
quiere conquistar su libertad como se conquista una presa, y ser señor en su propio desierto. Aquí
busca a su último señor: quiere convertirse en enemigo de él y de su último dios, con el gran
dragón quiere pelear para conseguir la victoria. ¿Quién es el gran dragón, al que el espíritu no
quiere seguir llamando señor ni dios? “Tú debes”, se llama el gran dragón. Pero el espíritu del
león dice “yo quiero” […] Crear valores nuevos -tampoco el león es aún capaz de hacerlo: mas
crearse libertad para un nuevo crear- eso sí es capaz de hacerlo el poder del león. Crearse libertad
y un no santo incluso frente al deber: para ello, hermanos míos, es preciso el león […] Pero
decidme, hermanos míos, ¿qué es capaz de hacer el niño que ni siquiera el león ha podido
hacerlo? ¿Por qué el león rapaz tiene que convertirse todavía en niño? Inocencia es el niño, y
olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma, un primer
movimiento, un santo decir sí […] Tres transformaciones del espíritu os he mencionado: cómo el
espíritu se convirtió en camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño”
NIETZSCHE, Así habló Zarathustra.
1. Con respecto al texto: sitúa al autor en su momento histórico, señala el tema o el problema del
texto, indica las ideas principales, muestra las relaciones entre ellas y explícalas. (2,5)
El tema del texto son las tres transformaciones que Nietzsche cree necesarias para superar al
hombre occidental venido a menos por la educación platónico-cristiana y devolverle su original
creatividad inocente, la que es propia de un niño y del superhombre.
En cuanto al momento histórico, habría que señalar que la vida de Nietzsche abarca la segunda
mitad del siglo XIX, un período muy convulso y agitado en el que se entrecruzan diversos
movimientos de transformación políticos, sociales y económicos: la segunda industrialización, el
crecimiento del capitalismo, un gran progreso científico, así como enfrentamientos entre
tendencias opuestas como el liberalismo, el tradicionalismo, el socialismo, el anarquismo...,
enfrentamientos que darán lugar a luchas nacionales, guerras territoriales y revoluciones sociales.
Se trata, en definitiva, de una época en la que los viejos ideales de la Ilustración empiezan a
derrumbarse, siendo Nietzsche uno de sus mayores críticos.
Las ideas del texto son las siguientes:
La primera transformación es simbolizada por el comportamiento dócil y abnegado del
camello, que busca humillarse y negarse a sí mismo. Necesita un dueño que le dicte su
deber.
La segunda se simboliza por un león, que lucha por expresar libremente su voluntad. Pero
ese león aún no ha recuperado la capacidad de crear valores, sólo sabe destruir.
La tercera es el niño, que nace con una creatividad inocente, autónoma, una aceptación de
la vida y del mundo que debe recuperar el hombre que la haya perdido. El camino del
superhombre, por tanto, consiste en volver a ser como niños, en desaprender todas las
actitudes con las que cargamos.
Nietzsche describe aquí estas tres transformaciones del espíritu humano porque cree que son
las que necesita el hombre occidental, el cual lleva encima la pesada carga de la tradición cristiana
y platónica. En la primera figura del espíritu, el camello, queda simbolizado el creyente que se
humilla ante otro más grande que él, sea Dios o la Verdad racional; y que hace de la negación de
sí mismo una virtud. Es preciso señalar que el Cristianismo (o cualquier religión) y el platonismo
Nietzsche 1844-1900
son para Nietzsche similares, porque inculcan ambos esta primera figura del espíritu: le señalan
al ser humano que lo valioso está fuera de sí, y que lo que él lleva dentro no merece la pena. Debe
agacharse, obedecer a esa otra instancia superior, y desconocerse a sí mismo para trascenderse.
Ya sea en el lenguaje creyente o en el más sofisticado de los racionalistas, ambas tradiciones han
logrado taponar el torrente de fuerza creadora (voluntad de poder) que toda persona es desde su
infancia, y que era la cultura occidental en su fase clásica, griega o romana.
La segunda fase, el león, es el necesario momento rebelde que destruye toda pesada carga y se
rebela contra sus amos, pero se pierde porque no sabe aún construir valores que le guíen. Es un
momento necesario, pero insuficiente.
El niño es la figura del superhombre: inocente, desconocedor de la culpa y del pecado, activo
jugador que explora el mundo y sus propias facultades sin ningún temor, asombrado de lo que
encuentra y acepta con amor (“un santo decir sí”). Como un artista libre, mira al mundo desde la
óptica del juego, no admite ninguna regla que no venga de sí mismo. También es olvido, porque
el rencor es para Nietzsche algo característico del creyente, que destila todo su odio en un castigo
eterno, el infierno, deseado por él a quienes aman esta vida sin pensar en otra, bajo el brazo
ejecutor de un Dios omnipotente que es trasunto de su impotencia. Lejos de estas actitudes, el
niño y el superhombre no tienen tiempo para el rencor, no pueden siquiera pararse a perdonar las
ofensas, porque olvidan rápidamente lo que no merece la pena. Los gusanos del rencor no anidan
en el cuerpo vivo del niño, sino en el muerto de quien está presa de la manía de los trasmundos.
¿Cómo hemos degenerado tanto, si en nuestro origen somos seres tan supremos? Para
Nietzsche ha triunfado desde hace siglos en la cultura occidental la rebelión de los esclavos, que
consiste en transvalorar los valores propios del superhombre (el riesgo, la superación, el amor a la
vida, la voluntad de poder, el amor propio) señalándolos como algo negativo, ya sea pecados o
errores. Tras siglos de enseñanza cristiano-racionalista, el europeo occidental tiene miedo de sí
mismo, desprecia este valle de lágrimas y busca cargas que llevar con humillación y obediencia.
Esto es lo que nuestro autor quiere romper con su mensaje del superhombre. Quien asuma la
muerte de Dios anunciada por Zarathustra, es decir, la vaciedad de ese concepto, podrá superar
el nihilismo en que sume al hombre la tradición occidental y mirar de frente este único mundo
que tenemos, hasta el punto de poder soportar y desear su eterno retorno.
En suma, podemos decir que el mensaje de Nietzsche es una exhortación a la autosuperación y
a salir del rebaño, a buscarse a sí mismo y a vivir la vida con autenticidad, desde uno mismo. Esa
es la actitud del superhombre, que no quiere confundirse con la plebe, sino que quiere buscar su
propio camino. Un mensaje muy actual en nuestra sociedad de masas, en la que quizá sería la
primera transformación del espíritu el consumidor en que se ha convertido el hombre occidental.

lunes, 20 de agosto de 2018

Propuesta orales setiembre 6tos años 2018

Propuesta dictado de clases de Filosofía Contemporánea
Septiembre 2018

Cantidad de alumnos: máximo 3
Duración de la clase 40 minutos aproximadamente.

- Elegir Filósofo de la actualidad
- Presentar breve biografía
- Elegir una temática que este vinculada con Ética o Filosofía Política tratada por dicho autor
- Plantear las ideas principales del autor
- Elegir al menos 2 fragmentos y explicarlos con sus palabras además de criticarlo
- Plantear  las conclusiones sobre la temática elegida
- Habilitar un espacio de debate en el grupo.

Todos estos items podrán ser planteados de la forma que se sientan más cómodos y lo más original posible sobre todo la parte del debate. Se pueden plantear juegos, acertijos etc.

Este trabajo oral, deberá ser acompañado de una carilla para entregar a la profesora con un resumen de lo trabajado.

Muchos éxitos!!

martes, 12 de junio de 2018

LOS PROBLEMAS DEL CONOCIMIENTO

MAYO 2018

Los problemas principales del conocimiento:


Se plantean al menos tres áreas de problemas filosóficos sobre todo acerca del conocimiento del mundo exterior.
1.  ORIGEN ¿cual es el origen de nuestros conocimientos?, en cuanto a esta pregunta puede responderse , como los sentidos, la razón o una conjunción de ambos elementos.

2.POSIBILIDAD ¿ podemos conocer? Esta pregunta nos plantea sobre la posibilidad de llegar a conocimientos verdaderos o no.
A esta pregunta se puede responder desde el escepticismo radical, objetivismo, relativismo o escepticismo metódico.
3.ALCANCE. ¿ cuales son los límites de nuestros conocimientos? En esta pregunta se cuestiona desde un punto de vista ético o desde la posibilidad de alcanzar el saber absoluto. Hay diferentes repuestas en relación a lo que se responda en las otras preguntas, ya que en el caso de un escéptico no habrá posibilidad de conocer.

miércoles, 6 de junio de 2018

FREUD Y LA ESTRUCTURA DEL APARATO PSIQUICO







Sigmund Freud formulo dos teorías sobre la constitución del aparato psíquico, la primera fue en el año 1900, luego en 1923 la reformulo, creando otra conceptualización mas amplia.
Las primeras concepciones sobre la neurosis, la teoría de los sueños etc, llevaron a Freud a la convicción de que en el psiquismo humano actuaban tres sistemas distintos:
EL INCONSCIENTE.
Es la parte más arcaica y originaria del psiquismo y al mismo tiempo la parte más próxima, a las fuentes pulsionales.
Se considera como el habitáculo de los impulsos innatos, los sentimientos, los deseos, los recuerdos reprimidos, etc; y se caracteriza porque, en general, sus elementos son inaccesibles a la conciencia, solo pueden acceder a esta a través del preconciente, que cumple la función de censor o filtro, por medio de la crítica o represión, excluyendo los elementos inconscientes que pueden dañarle. Pone de manifiesto que el psiquismo es más que lo consciente y que ciertos contenidos solo se vuelven conscientes cuando en el proceso curativo se superan las resistencias.
Es un sistema en constante evolución y cargado de energía psíquica. En esto, Freud ubica nuestras energías, nuestros instintos, que son de tanta importancia en nuestro comportamiento.
El sistema inconsciente, carece de edad cronológica , no conoce pasado ni futuro y si, solo presente.
SISTEMA CONSCIENTE.
Se trata de la parte del aparato psíquico más próxima al mundo exterior y se encuentra entre este y la memoria. Sin embargo, el consciente no memoriza nada, esto le corresponde a otro elemento que es el preconciente, del cual hablaremos más tarde.
La conciencia debe ser considerada como un órgano sensorial situada en el límite de lo interno y lo externo, capaz de percibir procesos de una u otra naturaleza.
Su función es fundamentalmente perceptiva, registra la información procedente del exterior y también la del interior.
Frecuentemente se ha intentado explorar el sistema conciente mediante la auto-observación, pero esta observación introspectiva no puede convencernos por completo, pues todo lo que uno puede decir de si mismo no ofrece suficiente garantía de objetividad.
El estado de vigilia sería la superficie externa de la conciencia. Durante el sueño, en cambio, aquella sería impermeable a los estímulos externos al mismo tiempo que aumentaría la sensibilidad a la superficie intrapsíquica. L
SISTEMA PRECONCIENTE.
Comprende los pensamientos y vivencias que en un momento dado no son conscientes, pero que pueden convertirse en tales, mediante un esfuerzo de atención, a diferencia de lo inconsciente que indica los procesos y los contenidos psíquicos activamente rechazados de la conciencia por fuerzas intrapsíquicas, como la censura y la represión
Este último es un sistema de percepción y está íntimamente ligado o relacionado con la afectividad, pero en el transcurso del desarrollo se interpone algo entre ambos sistemas, que viene a complicar al mecanismo psíquico. Este algo está constituido por el preconciente que contiene, por una parte, elementos procedentes del inconsciente que progresan hacia la conciencia y por otra parte, por impresiones almacenadas procedentes del exterior. Por lo tanto aunque sus contenidos no se encuentran en el campo de la conciencia pueden estarlo en cualquier momento. Sus contenidos son accesibles a la conciencia, sin que para ser parte de ella tengan que superar una censura represiva, sino más bien una censura de tipo selectiva ya que no caben todos los contenidos del exterior en nuestra memoria. Así, cualquier información que llegue a nuestro sistema perceptivo, aunque luego sea reprimido, dejará de estar en el campo de la conciencia para pasar al preconciente, al mismo tiempo que contenidos del preconciente pueden pasar al consciente sin ningún esfuerzo.
Resumiendo: lo inconsciente sería como una gran cámara en la que se acumulan todas las tendencias psíquicas, hay otro gran salón que llamamos la conciencia, y entre ambos salones hay un centinela que permite o no el paso de lo inconsciente a lo conciente. Ese centinela es la censura. Las tendencias rechazadas por la censura son reprimidas y no pueden ingresar en la conciencia.
Tenemos lo conciente, tenemos lo inconsciente; pero hay otra instancia en el medio de ambos y es el preconciente. Freud observa que hay pensamientos que no son concientes porque no están en el pensamiento constantemente, y que tampoco son inconscientes porque se hayan de este lado de la censura, entonces se dice que son pensamientos preconcientes.
En 1923 y ha medida que avanza el psicoanálisis y viendo que esta forma de imaginar el aparato psíquico no llegaba a explicar todo lo nuevo que iba apareciendo, decide reformular sus conceptos. Por eso crea un nuevo soporte teórico que si bien no anula el anterior lo enriquece y lo modifica. Ahora para Freud el aparato psíquico se divide en tres instancias:
EL ELLO
Es el fondo de las pulsiones de la personalidad; lo que la personalidad tiene de heredado, constitutivo y pulsional se expresa psicológicamente en el ello. Se encuentra en él la energía psíquica tanto erótica o libidinosa como destructiva o agresiva. Incluso, cuando con el tiempo se desarrolle el Yo y el Superyo, toda la energía de estos tiene su origen y fuente en el Ello. Al principio el ser humano solo es pulsión, el recién nacido es solo ello.
Esta constituido por la totalidad de los impulsos instintivos. Gran parte del ello esta formado por elementos arcaicos, es decir, todo lo heredado, lo que ha traído el hombre genéticamente desde su nacimiento. Todos los sectores del ello son inconcientes. No se ve afectado por él tiempo ni perturbado por las contradicciones; ignora los juicios de valor, el bien y el mal y la moral. Unicamente trata de satisfacer sus necesidades instintivas según el principio del placer. El Ello se rige únicamente por el principio del placer, solo busca satisfacción inmediata al margen de cualquier consideración como la supervivencia, la defensa de los peligros, los principios morales o la convivencia social.
Dinámicamente está compuesto por los impulsos innatos, agresivos y sexuales y por los deseos reprimidos.
En síntesis, el ello es la parte de la mente en donde estas los instintos que no conocen otra lógica que el lograr el placer, es la parte mas animal del ser humano. Es el lugar de los instintos o pulsiones sexuales, también de los instintos agresivos. Pero así también es el reducto que aporta la energía mental a los individuos.
EL YO
El Yo es lo conciente. Es el yo coherente encargado de coordinar funciones psíquicas e impulsos internos, se encarga de manejar el cuerpo, el que recoge las percepciones, el que ordena y coordina. Por otro lado es el encargado de reprimir a lo inconsciente los procesos psíquicos que no aprueba.
El Yo actúa como mediador entre la persona y la realidad externa, entre el Ello y el mundo exterior, entre el Ello y el Superyo, una posición entre los instintos primarios y las exigencias del mundo exterior. Percibe las necesidades de la propia persona, tanto físicas como fisiológicas, y las cualidades y actitudes del ambiente. Valora e integra estas percepciones de manera que busca que las exigencias internas se pueden ajustar a los requerimientos externos. Las otras dos instancias psíquicas de la personalidad, el Ello y el Superyo, se relacionan con el Yo intentando siempre alcanzar un equilibrio. El Superyo está formado por la asimilación de las normas culturales que rigen una sociedad. El Ello es una reserva de energía que guiada por el instinto del placer, busca la satisfacción total e inmediata de los impulsos instintivos.
EL SUPER YO
En el desarrollo de la personalidad, finalmente se constituye una tercera instancia al separarse una parte del Yo y observarse a si misma, juzgando y criticando.
Su papel viene a ser el de juez o censor del Yo. Su acción se manifiesta en la conciencia moral, en la autocrítica, en la prohibición y funciona en oposición a la gratificación de los impulsos o enfrentándose a las defensas que el Yo opone a dichos impulsos. Es una especie de censura que inspira el sentimiento neurótico de culpabilidad y autocastigo; es la instancia represora por excelencia, el soporte de todas las prohibiciones y de todas las obligaciones sociales y culturales.
Es la instancia psíquica desglosada del Yo que auto-observa y critica las acciones del ser humano y le presenta la imagen ideal a la que debe parecerse.
Además de la función de censura, el Superyo preside también la formación de los ideales, funciones imaginarias del Yo, cuyas complejas relaciones con él es uno de los grandes problemas psicoanalíticos que implican a los problemas de identificación. La severidad del Superyo no es proporcional a la de los padres, ya que, debido a la intervención de los procesos de identificación imaginaria, puede ser grande la diferencia entre las prohibiciones establecidas por el entorno y las exigencias del Superyo del sujeto. Juzga y critica, representa las exigencias de la moralidad y de la sociedad, pero también el Super yo representa a los ideales y lo que uno aspira a ser.

Sigmund Freud: las tres humillaciones del narcisismo humano

Sigmund Freud: las tres humillaciones del narcisismo humano






El narcisismo general, el amor propio de la Humanidad, ha sufrido hasta ahora tres graves ofensas por parte de la investigación científica:

a) El hombre creía al principio, en la época inicial de su investigación, que la Tierra, su sede, se encontraba en reposos en el centro del Universo, en tanto que el Sol, la Luna y los planetas giraban circularmente en derredor de ella. Seguía así ingenuamente la impresión de sus percepciones sensoriales, pues no advertía ni advierte movimiento alguno de la Tierra, dondequiera que su vista puede extenderse libremente, se encuentra siempre en el centro de un círculo, que encierra el mundo exterior. La situación central de la Tierra le era garantía de su función predominante en el Universo, y le parecía muy de acuerdo con su tendencia a sentirse dueño y señor del Mundo.


La destrucción de esta ilusión narcisista se enlaza, para nosotros, al nombre y a los trabajos de Nicolás Copérnico en el siglo XVI. Mucho antes que él, ya los pitagóricos habían puesto en duda la situación preferente de la Tierra, y Aristarco de Samos había afirmado, en el siglo III a. de J.C., que la Tierra era mucho más pequeña que el Sol, y se movía en derredor del mismo. Así, pues, también el gran descubrimiento de Copérnico había sido hecho antes de él. Pero cuando fue ya generalmente reconocido, el amor propio humano sufrió su primera ofensa: la ofensa cosmológica.


b) En el curso de su evolución cultural, el hombre se consideró como soberano de todos los seres que poblaban la Tierra. Y no contento con tal soberanía, comenzó a abrir un abismo entre él y ellos. Les negó la razón, y se atribuyó un alma inmortal y un origen divino, que le permitió romper todo lazo de comunidad con el mundo animal. Es singular que esta exaltación permanezca aún ajena al niño pequeño, como al primitivo y al hombre primordial. Es el resultado de una presuntuosa evolución posterior. En el estadio del totemismo, el primitivo no encontraba depresivo hacer descender su estirpe de una estirpe animal. El mito, que integra los residuos de aquella antigua manera de pensar, hace adoptar a los dioses figura de animales, y al arte primitivo crea dioses con cabeza de animal ; acepta sin asombro que los animales de las fábulas piensen y hablen [...]


Todos sabemos que las investigaciones de Darwin y las de sus precursores y colaboradores pusieron fin, hace poco más de medio siglo, a esta exaltación del hombre. El hombre no es nada distinto del animal ni algo mejor que él ; procede de la escala zoológica y está próximamente emparentado con unas especies, y más lejanamente, a otras. Sus adquisiciones posteriores no han logrado borrar los testimonios de su equiparación, dados tanto en su constitución física como en sus disposiciones anímicas. Esta es la segunda ofensa -la ofensa biológica- inferida al narcisismo humano.


c) Pero la ofensa más sensible es la tercera, de naturaleza psicológica.

El hombre, aunque exteriormente humillado, se siente soberano en su propia alma. En algún lugar del nódulo de su yo se ha creado un órgano inspector, que vigila sus impulsos y sus actos, inhibiéndose o retrayéndose implacablemente cuando no coinciden con sus aspiraciones. Su percepción interna, su conciencia, da cuenta al yo en todos los sucesos de importancia que se desarrollan en el mecanismo anímico, y la voluntad dirigida por estas informaciones ejecuta lo que el yo ordena y modifica aquello que quisiera cumplirse independientemente. Pues esta alma no es algo simple, sino más bien una jerarquía de instancias, una confusión de impulsos, que tienden, independientemente unos de otros, a su cumplimiento correlativamente a la multiplicidad de los instintos y de las relaciones con el mundo exterior. Para la función es preciso que la instancia superior reciba noticia de cuanto se prepara, y que su voluntad pueda llegar a todas partes y ejercer por doquiera su influjo. Pero el yo se siente seguro, tanto de la amplitud y fidelidad de las noticias como de la transmisión de sus mandatos.


En ciertas enfermedades, y desde luego en las neurosis por nosotros estudiadas, sucede otra cosa. El yo se siente a disgusto, pues tropieza con limitaciones de su poder dentro de su propia casa, dentro del alma misma. Surge de pronto pensamientos que no se sabe de dónde vienen, sin que tampoco sea posible rechazarlos. Tales huéspedes indeseables parecen incluso ser más poderosos que los sometidos al yo ; resisten a todos los medios coercitivos de la voluntad, y permanecen impertérritos ante la contradicción lógica y ante el testimonio contrario de la realidad. O surgen impulsos, que son como los de un extraño, de suerte que el yo los niega, pero no obstante ha de temerlos y tomar medidas precautorias contra ellos. [...]


El psicoanálisis procura esclarecer estos inquietantes casos [...] y puede, por fin decir al yo: «No se ha introducido en ti nada extraño ; una parte de tu propia vida anímica se ha sustraído a tu conocimiento y a la soberanía de tu voluntad. Por eso es tan débil tu defensa ; combates con una parte de tu fuerza contra la otra parte, y no puedes reunir, como lo harías contra un enemigo exterior, toda tu energía [...]. Todo este proceso sólo se hace posible por el hecho de que también en otro punto importantísimo estás en el error. Confías en que todo lo que sucede en tu alma llega a tu conocimiento, [...] llegas incluso a identificar lo "anímico" con lo "consciente" ; esto es, con lo que te es conocido, a pesar de la evidencia de que a tu vida psíquica tiene que suceder de continuo mucho más de lo que llega ser conocido a tu conciencia. Déjate instruir sobre este punto. Lo anímico en ti no coincide con loo que te es consciente ; una cosa es lo que algo suceda en tu alma, y otra que tú llegues a tener conocimiento de ello. [...] No debes acariciar la ilusión de que obtienes noticia de todo lo importante. [...] ¿Quien puede estimar, aun no estando tú enfermo, todo lo que sucede en tu alma sin que tú recibas noticia de ello o sólo noticias incompletas y falsas ? Te conduces como un rey absoluto que se contenta con la información que le procuran sus altos dignatarios y no desciende jamás hasta el pueblo para oír su voz. Adéntrate en ti, desciende a tus estratos más profundos y aprende a conocerte a ti mismo ; sólo entonces podrás llegara comprender por qué puedes enfermar y, acaso, también a evitar la enfermedad».


Así quiso el psicoanálisis aleccionar al yo. Pero sus dos tesis, la de que la vida instintiva de la sexualidad no puede ser totalmente domada en nosotros y la de que los procesos anímicos son en sí inconscientes, y sólo mediante una percepción incompleta y poco fidedigna llegan a ser accesibles al yo y sometidos por él, equivalen a la afirmación de que el yo no es dueño y señor en su propia casa. Y representan el tercer agravio inferido a nuestro amor propio ; un agravio psicológico. No es, por tanto, de extrañar que el yo no acoja favorablemente las tesis psicoanalíticas y se niegue tenazmente a darles crédito.

__________________________________________________
Una dificultad del psicoanálisis, en Obras completas, Editorial Biblioteca Nueva, Madrid 1968, vol. II, p. 1110-1112.




Textos de Diccionario Herder de filosofí

lunes, 4 de junio de 2018

Articulo de Biologa que critica al optimismo

https://www.elobservador.com.uy/barbara-ehrenreich-la-biologa-que-cree-que-nos-estamos-matando-nuestro-furioso-intento-vivir-cada-vez-mas-n1235938


lunes, 14 de mayo de 2018

La conducta y sus causas, texto de Chertok y breve video explicativo




MATERIAL EXTRAÍDO DE "LAS CAUSAS DE NUESTRA CONDUCTA" (ALBERTO CHERTOK)


                         La conducta y sus causas

Comenzaremos nuestra explicación con un ejemplo común: el caso de un estudiante que está a punto de rendir un examen oral. Aunque el sujeto de nuestro ejemplo se ha preparado en forma adecuada, se encuentra sumamente tenso,nervioso y asustado: siente palpitaciones, le transpiran las manos y tiene la boca seca. Mientras espera que lo llamen, se imagina que quedará "en blanco" o que dará respuestas absurdas a las preguntas que le formule la mesa. Supone que hará un "papelón" frente a los examinadores y ante sus propios compañeros al tartamudear y mostrarse inseguro.Finalmente, decide retirarse y no presentarse a la prueba.
La mayoría de los observadores estarían de acuerdo en llamar conducta a lo que el sujeto hace y se puede ver: consultar sus apuntes, tamborilear con sus dedos sobre el banco y levantarse de la silla entran dentro de esta definición.
Si el joven hace algún comentario antes de retirarse, podríamos considerar al acto de hablar como conducta verbal. Los fenómenos que estamos analizando comparten algunas características.
En primer lugar, se trata de cambios que ocurren en el organismo, en este caso movimientos observables o audibles por un observador. En segundo lugar, estos actos no ocurren al azar o en cualquier momento sino como respuesta a una situación determinada. De hecho, muchas veces se
emplea el término "respuesta" para referirse a la conducta y "estímulo" para aludir a la situación en que ocurre. En nuestro ejemplo, los actos de consultar los apuntes y retirarse del salón son respuestas a la situación de examen y a las expectativas del estudiante.
Un análisis detenido de las reacciones del sujeto nos revelará otros cambios en su organismo que no son directamente observables. Sus palpitaciones, por ejemplo, pueden ser constatadas tomándole el pulso o empleando un estetoscopio.Por otra parte, sus pensamientos acerca del papel que hará ante los espectadores y la sensación subjetiva de "estar nervioso" sólo son percibidas por él mismo, y no pueden ser observadas directamente por un tercero. Sin embargo, se trata también de cambios o reacciones del sujeto ante ciertas situaciones. Son respuestas a estímulos, y por eso se consideran conductas.
ESTIMULO                                                                    RESPUESTA
Dar un examen                                                         "Voy a hacer un papelón"

Esto no significa que el sujeto siempre vaya a responder con los mismos pensamientos o a reaccionar con temor en una situación de examen. Muchas personas creen que el conductismo percibe a los hombres como "perros de Pavlov",respondiendo como autómatas a los estímulos del ambiente. El mismo estímulo -rendir una prueba- puede suscitar otros pensamientos en la siguiente ocasión. Cuando afirmamos que el miedo y la anticipación del papelón son respuestas, lo único que estamos diciendo es que no ocurren en cualquier momento sino en ciertas situaciones. Para comprender y modificar el comportamiento es más útil estudiarlo en el contexto en que ocurre -estímulo- que considerarlo en forma aislada.
Por otra parte, los pensamientos no ocurren sólo ante sucesos externos como la inminencia de un examen; también pueden ser respuestas a pensamientos anteriores -estímulos internos- como cuando dejamos vagar la imaginación y los recuerdos se encadenan entre sí. Digamos por último que cada respuesta puede ser un estímulo para futuras conductas.
En el ejemplo anterior, la anticipación del "papelón" puede generar una reacción de temor y ésta, a su vez, la decisión de abandonar el salón.
ESTIMULO                                             RESPUESTA
"Voy a hacer un papelón"                             Nerviosismo, temor

De modo que en el lenguaje conductista, el término conducta o comportamiento tiene un significado mucho más amplio que el habitual. No se limita a la acción voluntaria y visible de un ser vivo, sino que incluye además sus pensamientos y fantasías, el funcionamiento de sus órganos y sus reacciones emocionales. La reacción de sorpresa ante un regalo inesperado o la decepción por no recibirlo, la anticipación de un fracaso o el recuerdo de un momento grato, todos ellos se consideran conductas.
Con frecuencia nuestro comportamiento mantiene cierta regularidad o coherencia a lo largo del tiempo. Más que respuestas aisladas, exhibimos patrones habituales de conducta. El estudiante de nuestro ejemplo puede reaccionar con temor e inseguridad cada vez que se presenta a un examen. Tal vez se sienta nervioso siempre que habla en público cuando trata de mantener una conversación con alguien que acaba de conocer. Decimos entonces que ha desarrollado el hábito de reaccionar con temor en aquellas situaciones en las cuales supone que alguien está juzgando su desempeño o su destreza social. Un hábito es un estilo regular de comportamiento, un modo de actuar, pensar o sentir en ciertas situaciones. En los próximos capítulos nos ocuparemos especialmente de los hábitos de pensamiento, y veremos cómo los mismos determinan nuestras reacciones emocionales y nuestras conductas visibles.Desde el momento en que nacemos comenzamos a desarrollar patrones de conducta. Adquirimos hábitos higiénicos tales como lavarnos las manos antes de comer y cepillarnos los dientes después del almuerzo y la cena. Aprendemos a vestirnos y a jugar del modo que corresponde a nuestro sexo, y a pensar en nosotros mismos como varones o como
niñas. Esto se resume a veces afirmando que desarrollamos una "identidad sexual". Adquirimos normas éticas, morales y religiosas, por ejemplo la idea de que robar es malo y de que existe un Dios. Incorporamos temores y afinidades,simpatías y antipatías, preferencias y rechazos. Aprendemos, en suma, a pensar, actuar y sentir de cierto modo. Lo que llamamos personalidad es precisamente el conjunto de hábitos adquiridos a lo largo de la vida.
El proceso de adquisición de hábitos se conoce como aprendizaje y depende de las experiencias que atravesamos desde el nacimiento y a lo largo de la vida. La influencia de nuestros padres, la educación que recibimos y en general la interacción con el medio van modelando nuestra personalidad. Los valores culturales y las normas de la sociedad en que vivimos contribuyen a crear nuestros propios valores. La reacción de otras personas ante nuestra conducta y los éxitos o fracasos que cosechamos determinan que conservemos ciertos hábitos y abandonemos otros.
Desde el punto de vista del sujeto, algunos hábitos son útiles o productivos mientras que otros resultan inconvenientes.
Podemos aprender a enfrentar en forma positiva y optimista nuestros problemas, o desarrollar una baja tolerancia a las frustraciones y deprimirnos ante el menor contratiempo. Aprendemos a relacionarnos con los demás sobre una base de seguridad y confianza, o adquirimos un estilo de comunicación inhibido y temeroso. Nos habituamos a ser tolerantes o desarrollamos una conducta hipercrítica y exigente hacia las otras personas. Aprendemos a pedir ayuda cada vez que enfrentamos una dificultad o a valernos por nosotros mismos y a ser autosuficientes. También podemos desarrollar disfunciones o inhibiciones sexuales más o menos estables.
Nuestra manera de ser también está influida por la herencia, puesto que nacemos con un temperamento básico sobre el cual se edifica nuestra personalidad. Podemos heredar una predisposición a las depresiones, una constitución nerviosa o una tendencia a reaccionar en forma impulsiva. Sin embargo, el aprendizaje juega un papel central en la formación del carácter, y nuestros hábitos se desarrollan después del nacimiento. Herencia y ambiente se complementan, al punto de que la propia capacidad de aprender está condicionada por factores genéticos.
¿Cómo incorporamos nuevos hábitos?En otras palabras, ¿Cómo aprendemos a actuar, a pensar y a sentir de una manera determinada? La psicología conductista concede una gran importancia a esta pregunta. Si descubrimos las leyes del aprendizaje podremos aplicar los mismos principios para modificar nuestra conducta y desarrollar nuevos patrones de pensamiento y acción. Necesitamos saber cómo se adquieren y se mantienen los temores, para aprender a superar miedos irracionales tales como fobia a viajar en ómnibus o en ascensor. Nos interesa saber de qué modo se adquiere un
estilo de reacción depresiva para aumentar nuestra resistencia ante las frustraciones Para responder a estas preguntas, los psicólogos partieron de la premisa de que la conducta no ocurre al azar sino que
esta sujeta a leyes o principios. Empleando el método científico-experimental, los investigadores encontraron muchas de las leyes que explican el desarrollo de la conducta normal y alterada. Este método exige la observación cuidadosa de la conducta y de los sucesos que ocurren antes y después de la misma. Las leyes que se formulan deben ser comprobadas en los hechos, demostrando que pueden predecir con cierto grado de certeza el comportamiento investigado. Uno de los procesos estudiados ha sido la imitación de modelos, estableciendo bajo que condiciones es probable que un sujeto imite la conducta de otra persona, incluyendo sus creencias, ansiedades y temores. La imitación juega un papel importante en la adquisición del lenguaje, de la conducta social y de muchos comportamientos significativos. Otro principio bien conocido es el condicionamiento, que explica de qué manera se adquieren afinidades y rechazos a partir de experiencias agradables o angustiantes. De ese modo hemos comprendido cómo se desarrolla una fobia o una disfunción sexual luego de vivencias traumáticas, dolorosas o humillantes. El reforzamiento,
la extinción y el castigo indican cómo las consecuencias de la conducta permiten consolidar o eliminar hábitos previamente adquiridos.
Un mecanismo de aprendizaje importante se refiere a la influencia de las ideas y creencias sobre la conducta visible y las reacciones emocionales. Este proceso explica el aprendizaje de muchos hábitos inconvenientes y a él nos referiremos en los próximos capítulos. Un concepto básico es que tanto la conducta normal como aquella contraproducente o inconveniente para el sujeto, se adquiere de acuerdo a las mismas leyes. La imitación, el condicionamiento y el reforzamiento pueden dar lugar a comportamientos gratificantes o a conductas neuróticas.
Depende de qué hábitos se refuercen, se condicionen o se imiten. Lo que cambia en cada caso son las circunstancias específicas que se viven, no la forma en que se produce el aprendizaje. Esto explica, además, las diferencias individuales: cada persona desarrolla sus propios estilos de pensamiento y de conducta a partir de las experiencias que atraviesa, aunque los principios básicos del aprendizaje sean similares en todos los casos.

FRAGMENTO DE ALBERT CAMUS




ARTICULO PARA PENSAR EN ¿EL SENTIDO DE LA VIDA...?

El sentido de la vida existe y no tiene nada que ver con la charlatanería




miércoles, 2 de mayo de 2018

Actividad interdisciplinaria Filosofia y Literatura, sexto derecho 1 y 2 y Medicina 2

Actividad interdisciplinaria N°1 entre Filosofía y Literatura.
Individual y Obligatoria.
Docentes: Belén Rodriguez
                Carlos Viera


Propuesta:

1- Elegir 3 personajes de la obra "Candido" de Voltaire,y explicar a través de ellos ¿que teorías de la verdad representan ?
Selecciona y analiza dos fragmentos del texto para fundamentar tu respuesta.

2- ¿ en qué situaciones de la vida cotidiana ves reflejadas las posturas de los personajes elegidos? Desarrolla tu respuesta a través de ejemplos.

lunes, 30 de abril de 2018

ESTHER DIAZ POSMODERNIDAD Y VIDA COTIDIANA




Hipótesis a defender: Los sujetos nos vamos constituyendo a partir de las prácticas sociales de nuestro tiempo histórico y de los discursos que circulan dando cuenta de esas prácticas y coadyuvando a constituirlas. Nuestras prácticas – hoy – están dominadas por tecnologías sofisticadas y, en general, recientes. En cambio, nuestros discursos son herencias de prácticas ya perimidas o, al menos, cuestionadas. El choque entre las nuevas tecnologías y los léxicos heredados han producido una fragmentación en los procesos de constitución de los sujetos y, por lo tanto, de identificación de nosotros mismos. Somos sujetos fragmentados o multifrénicos, lo cual no necesariamente provoca una situación alarmante, ya que del caos – sabido es – puede surgir el orden o, mejor dicho, un nuevo orden. En la presente reflexión pretendo señalar algunas perspectivas de nuestra actual conformación como sujetos, es decir, señalar como nos autoidentificamos como sujetos a partir de nuestra vida cotidiana actual. 

Desarrollo del tema: me referiré en primer término a los dos léxicos heredados y hoy fragmentados a los que apelamos para dar cuenta de nosotros mismos: el lenguaje del romanticismo, utilizado comúnmente para dar cuenta de nuestra emotividad; y el lenguaje del modernismo, al que apelamos para determinar nuestra condición de seres racionales. Ambos son productos de la modernidad. Pues el romanticismo es una contracultura moderna (crítica de la modernidad) de fuerte influencia cultural y cotidiana expandida a comienzos del siglo XIX y con ramificaciones hasta la actualidad; mientras que el modernismo responde a una corriente artístico-científica, es decir cultural,  que se afianza en el paso del siglo XIX al XX y sigue marcando todavía su impronta en nuestra autoidentificación como seres organizados racionalmente. Y, en segundo término, me referiré a las principales tecnologías que le han dado su impronta específica a este siglo que declina. Entre estas tecnologías, se pueden diferenciar dos grupos fundamentales: las de bajo y las de alto nivel. Entre las primeras ubico el ferrocarril, el automóvil, los servicios postales públicos, el libro impreso a nivel masivo, la radiofonía, el cine y el teléfono. Y, entre las segundas, el transporte aéreo,  la pantalla de TV y de video y la computadora y toda su ramificación digital.

Condiciones de posibilidad de lo posmoderno. Si se quiere pensar en esta nueva experiencia de la cotidianidad, cabe remitirse, por lo menos a los acontecimientos surgidos a partir de  la Segunda Guerra Mundial. Momento histórico en el que los cambios avasallantes en las prácticas sociales y en la circulación de los discursos han alterado casi todas las maneras cotidianas de relacionarnos con los demás y con mundo. Por lo tanto, se ha alterado la manera de constituir nuestra propia identidad como personas. La identidad personal se conforma a partir de la confrontación entre los “modelos” que provee la realidad y nuestras propias valoraciones y conductas. La ciencia moderna ha pretendido que el mundo se compone a partir de entidades fijas y reconocibles. Otro tanto se supone que debe ocurrir con la constitución de las personas. Ahora bien, mientras para los modernos, en tanto racionalistas, los rasgos personales se manifiestan en el exterior de las personas, para el romanticismo (repito, una contracultura moderna) la “esencia” personal se refugia en un interior oculto a los ojos. “Los esencial es invisible a los ojos”, dice el Principito como respondiendo a un romanticismo del que ya no es contemporáneo.
Un paradigma moderno de creencia en identidades que se exteriorizan y pueden ser mensurable son los estudios de Lombroso y su consumado modernismo inductivista de fin del siglo XIX. Y, en la contrapartida romántica podemos citar el Werther, de Goethe, muriendo de amor, o al Woyseck de Heinrich Heine que en el paroxismo del romanticismo (1832) exclama “Qué misterio es el alma humana, asomarse a ella produce vértigo”.
Pero con anterioridad a estas contradicciones bipolares de la modernidad, existían modelos estables. Cuando los paradigmas identificatorias son fuertemente estables, parecerían que las identificaciones personales casi no presentan inconvenientes. Platón, por ejemplo, establece que cada individuo permanece en el rol que la sociedad ya tiene preestablecido para él; de modo tal que la clase de los carpinteros producirá carpinteros, la de los marinos, marinos, y así sucesivamente. No hay movilidades sociales, todo es más previsible y “ordenado”. Las identificaciones son unívocas y se evitan las indefiniciones, tan temidas por quienes aspiran a ejercer poderes hegemónicos (como sin lugar a dudas pretenden fundamentar las teorías políticas de tipo platónico, por un lado, y de cualquier poder totalizante, por otro). La ventaja de las identificaciones fijas se cifra en lo tranquilizante que resulta que cada quién se avenga a modelos estables. Lo terrible de ese tipo de identificaciones es lo inamovible de la identificación.
Pero la época actual no peca de identificaciones inamovibles, sino más bien, de la modificación casi permanente de los posibles parámetros de identificación. El mundo y la relación entre los sujetos han sufrido cambios profundos en lapsos cada vez más breves. Esto puede verse en todo tipo de relaciones, tales como las familiares, laborales, educativas o de relaciones sociales en general. Y, aunque muchos son los motivos, haré hincapié específicamente en los cambios tecnológicos en tanto y en cuanto afectan de manera radical nuestras formas de ver el mundo y, por ende, de vernos a nosotros mismos. Y como no podemos referenciar ni a nosotros ni al mundo sino a través del lenguaje, destacaré asimismo algunos usos reciclados que hacemos de los lenguajes heredados (específicamente, el romántico y el modernista).
Los cambios tecnológicos a lo largo del siglo han producido una alteración radical en nuestra forma de revelarnos a los demás y han cambiado la experiencia cotidiana de nosotros mismos. Considero que las verdades se construyen socialmente. En función de ello, las nociones de “verdadero” e incluso de “bueno” dependen de los dispositivos de poder que logran imponer socialmente sus propias creencias generando corrientes de opinión y –obviamente – de adhesión. Sin embargo, el cimbronazo social producido, entre otras cosas, por las nuevas tecnologías ha fragmentado o pulverizado los núcleos duros de ideas regulativas y rectoras de nuestras valores y conductas (caída de las ideologías).
Según el filósofo austriaco Ludwig Wittgenstein, “ los límites de mi mundo son los límites de mi lenguaje”. Si esto es así, estamos asistiendo a una experiencia inédita: atravesamos por experiencias que todavía no podemos incluir realmente en “nuestro mundo” en tanto no dispones todavía de un léxico propio para referenciarlas. Por ejemplo, hasta hace dos o tres décadas ser “novio”, significaba estar relacionado sentimentalmente con otra persona hasta que llegara el momento crucial del matrimonio y la convivencia. Hoy, la gente convive con alguien a quien llama su “novio (a)”, o se le suele llamar con el mismo término a una relación virtual como la mantenida por teléfono, emisoras de radio,  correo electrónico o chateo.
El lenguaje de la subjetividad es tanto más importante, porque no solo sirve para comprendernos a nosotros mismos, sino que sirve así mismo como sustento simbólico de las relaciones humanas. Pero, como las nuevas tecnologías se desarrollan más rápidamente que los nuevos léxicos que den cuenta de nuestra peculiar relación con ellas, asistimos a una suerte de destiempo o desencuentro entre las nuevas formas de cotidianeidad  surgidas de la eclosión de las tecnologías y el lenguaje desde el que comprendernos con respecto a ellas y a nuestras relaciones humanas.
Durante buena parte del siglo XX  la subjetividad se constituyo con los dos lenguajes que llamo “heredados”: el romántico para la emotividad, el moderno para la racionalidad. Desde el discurso racional, cada uno es responsable de sus propios actos. Esto conlleva la obligatoriedad de los deberes respecto de uno mismo y de los demás. Por otra parte, desde la emotividad, se constituyó una idea del amor por otro, en una relación de pareja, con la idea de una inmoralidad raigal para censurar a quien pretendiera estar vinculado a más de una persona sentimentalmente. Además, la modernidad, en cualquiera de sus dos versiones (romántica o modernista) ha invertido mucho, demasiado quizá, en la singularidad indeclinable de cada individuo. Y hemos terminado creyendo que esto es sustancial y universalmente así. No obstante, existen culturas en las que, de hecho, se dan otras formas de sensibilidad respecto de la persona y de las relaciones. Hasta la sensibilidad es una construcción social, no siempre coherente con las prácticas que la genera o, tal vez, complementaria de algunas de ellas. Respecto de esto, es digno destacarse que el romanticismo y su ensimismamiento en la interioridad es contemporáneo nada menos que de la gran expansión económico industrial de principios del siglo XIX. Aunque, como contrapartida, esa expansión responde al desarrollo de la ciencia moderna, cuyo gran sustento teórico proviene de la Ilustración que es totalmente racionalista y, por lo tanto, antirromántica.

Las nuevas formas de cotidianeidad. La diversidad social desatada por las tecnologías actuales ha permitido nuevas formas de relación y multiplicidad de prácticas sin puntos de valoraciones más o menos claros para adherir o rechazar, desde un punto de vista ético, las condiciones sociales vigentes. Parecería que estamos vertiendo vino nuevo en odres viejos.
Solemos manejar distinto “libretos” según nos comuniquemos personalmente, o por fax, o por teléfono, o por correo electrónico o por chateo, o por videoconferencia, en fin, o con distinto rango de personas. Esto no es sustancialmente nuevo, es la intensidad de los cambios sucesivos de circunstancias – debido a la proliferación de las nuevas maneras de comunicarnos – lo que realmente es inédito. Es como si la “verdad” sobre nosotros mismos, fuera una construcción momentánea. Oscilamos entre la intensidad de los sentimientos (que proviene de nuestro heredado lenguaje romántico) a la concepción del sujeto como máquina racional (que responde a nuestro legado moderno). Se trata de poderosas formas lingüísticas a las que apelamos para defender nuestras propias posiciones (que obviamente también son inestables y cambiantes. Pero a raíz de las prácticas cada más disímiles propias del mundo que nos tocó vivir, hay una fuerza tendencia a la pulverización de las formas de relación tradicionales, así como una resistencia al cambio que pretende volver a ellas.
Pero las nuevas tecnologías colonizan nuestra subjetividad y hacen que el léxico sobre nosotros mismos heredado, repito, del romanticismo y del modernismo, se torne obsoleto. Para evaluar someramente la magnitud del cambio cultural y por lo tanto cotidiano al que asistimos, podemos clasificar las tecnologías surgidas entre fines del siglo XIX y comienzo del XX, agregando luego las que surgieron  (o se expandieron) hacia el fin del milenio. Denominaré a las primeras “Principales tecnologías de bajo nivel”, y a las segundas “Principales tecnologías de alto nivel”. Se pueden considerar de bajo nivel (a la vista del nivel que han alcanzado las que les siguieron) el ferrocarril, el automóvil, los servicios postales público, el libro impreso universalizado, la radiofonía, el cine y el teléfono. Y serían de alto nivel los transportes aéreos, la televisión y la informática.

Consecuencias que se desprenden de las nuevas tecnologías:
-         Multiplicidad espacial, temporal y relacional.
-         Rescate de lo retro, pero con proyección a futuro. Se intensifica el pasado (foto, cine, video, grabadores, moda, almacenamiento de datos).
-         Nos convertimos en terminales de computadores.
-         Multiplicación y obsolescencia de las relaciones
-         Cambia la noción de “niñez”, ya no se es más “un adulto en pequeño”, como en la modernidad, ni “alguien que debe madurar”, como a principio de siglo XX; sino un ser que descubre rápidamente la vulnerabilidad de los adultos y deambula por una multiplicidad de figuras identificatorias (personajes de TV, abuelos, lideres de la música popular, etc.,)
-         Cuando más comprometemos el cuerpo, más lo elidimos: radio-oídos, TV-mirada, PC-manos, pero contactos virtuales, más que reales.
-         El conocimiento, de valor de uso ha pasado ha valor de cambio
-         Relaciones afectivas “de microondas”
-         Solidaridad mediática, no ya regida por un imperativo categórico, sino emotiva.
-         De “aldea global”, estamos pasando  “células globales” (un televiso o una PC en cada habitación de la casa)

Un camino posible: ya que nos constituimos a partir de estas prácticas, plantearnos la posibilidad de hacer una obra de arte con nuestra propia vida. Pero sabiendo que la obra de arte, hoy, no necesariamente es un entidad dada de una vez y para siempre, sino varias multiplicidades ético-estéticas renovables, cambiable, perfectibles…efímeras.  
Esther Díaz

lunes, 16 de abril de 2018

ETICA TEXTO INTRODUCTORIO DE SABATER

CAPÍTULO PRIMERO
DE QUÉ VA LA ÉTICA


Hay ciencias que se estudian por simple interés de saber cosas nuevas; otras, para
aprender una destreza que permita hacer o utilizar algo; la mayoría, para obtener un puesto de trabajo y ganarse con él la vida. Si no sentimos curiosidad ni necesidad de realizar tales estudios podemos prescindir tranquilamente de ellos. Abundan los conocimientos muy interesantes pero sin los cuales uno se las arregla bastante bien para vivir: yo, por ejemplo,
lamento no tener ni idea de astrofísica ni de ebanistería, que a otros les darán tantas satisfacciones, aunque tal ignorancia no me ha impedido ir tirando hasta la fecha. Y tú, si no me equivoco, conoces las reglas del fútbol pero estás bastante pez en béisbol. No tienemayor importancia, disfrutas con los mundiales, pasas olímpicamente de la liga americana ytodos tan contentos.
Lo que quiero decir es que ciertas cosas uno puede aprenderlas o no, a voluntad. Comonadie es capaz de saberlo todo, no hay más remedio que elegir y aceptar con humildad lomucho que ignoramos. Se puede vivir sin saber astrofísica, ni ebanistería, ni fútbol, incluso sin saber leer ni escribir: se vive peor, si quieres, pero se vive. Ahora bien, otras cosas hay
que saberlas porque en ello, como suele decirse, nos va la vida. Es preciso estar enterado,por ejemplo de que saltar desde el balcón de un sexto piso no es cosa buena para la salud;o de que una dieta de clavos (¡con perdón de los fakires!) y ácido prúsico no permite llegar a
viejo. Tampoco es aconsejable ignorar que si uno cada vez que se cruza con el vecino le atiza un mamporro las consecuencias serán antes o después muy desagradables.
Pequeñeces así son importantes. Se puede vivir de muchos modos pero hay modos que no dejan vivir.
En una palabra, entre todos los saberes posibles existe al menos uno imprescindible: el deque ciertas cosas nos convienen y otras no. No nos convienen ciertos alimentos ni nosconvienen ciertos comportamientos ni ciertas actitudes. Me refiero, claro está , a que no nos
convienen si queremos seguir viviendo. Si lo que uno quiere es reventar cuanto antes, beberlejía puede ser muy adecuado o también procurar rodearse del mayor número de enemigos
posible. Pero de momento vamos a suponer que lo que preferimos es vivir: los respetablesgustos del suicida los dejaremos por ahora de lado. De modo que ciertas cosas nosconvienen y a lo que nos conviene solemos llamarlo «bueno» porque nos sienta bien; otras,
en cambio, nos sientan pero que muy mal y a todo eso lo llamamos «malo». Saber lo quenos conviene, es decir: distinguir entre lo bueno y lo malo, es un conocimiento que todos
intentamos adquirir —todos sin excepción— por la cuenta que nos trae.
Como he señalado antes, hay cosas buenas y malas para la salud: es necesario saber loque debemos comer, o que el fuego a veces calienta y otras quema, así como el aguapuede quitar la sed pero también ahogarnos. Sin embargo, a veces las cosas no son tan
sencillas: ciertas drogas, por ejemplo, aumentan nuestro brío o producen sensacionesagradables, pero su abuso continuado puede ser nocivo. En unos aspectos son buenas,pero en otros malas: nos convienen y a la vez no nos convienen. En el terreno de lasrelaciones humanas, estas ambigüedades se dan con aún mayor frecuencia. La mentira es
algo en general malo, porque destruye la confianza en la palabra —y todos necesitamoshablar para vivir en sociedad— y enemista a las personas; pero a veces parece que puede
ser útil o beneficioso mentir para obtener alguna ventajilla. O incluso para hacerle un favor aalguien. Por ejemplo: ¿es mejor decirle al enfermo de cáncer incurable la verdad sobre su
estado o se le debe engañar para que pase sin angustia sus últimas horas? La mentira no
nos conviene, es mala, pero a veces parece resultar buena. Buscar gresca con los demás ya
hemos dicho que es por lo común inconveniente, pero ¿debemos consentir que violen
delante de nosotros a una chica sin intervenir, por aquello de no meternos en líos? Por otra
parte, al que siempre dice la verdad —caiga quien caiga— suele cogerle manía todo el
mundo; y quien interviene en plan Indiana Jones para salvar a la chica agredida es más
probable que se vea con la crisma rota que quien se va silbando a su casa. Lo malo parece
a veces resultar más o menos bueno y lo bueno tiene en ocasiones apariencias de malo.
Vaya jaleo.
Lo de saber vivir no resulta tan fácil porque hay diversos criterios opuestos respecto a qué
debemos hacer. En matemáticas o geografía hay sabios e ignorantes, pero los sabios están
casi siempre de acuerdo en lo fundamental. En lo de vivir, en cambio, las opiniones distan
de ser unánimes. Si uno quiere llevar una vida emocionante, puede dedicarse a los coches
de fórmula uno o al alpinismo; pero si se prefiere una vida segura y tranquila, será mejor
buscar las aventuras en el videoclub de la esquina. Algunos aseguran que lo más noble es
vivir para los demás y otros señalan que lo más útil es lograr que los demás vivan para uno.
Según ciertas opiniones lo que cuenta es ganar dinero y nada mas, mientras que otros
arguyen que el dinero sin salud, tiempo libre, afecto sincero o serenidad de ánimo no vale
nada. Médicos respetables indican que renunciar al tabaco y al alcohol es un medio seguro
de alargar la vida, a lo que responden fumadores y borrachos que con tales privaciones a
ellos desde luego la vida se les haría mucho más larga. Etc...
En lo único que a primera vista todos estamos de acuerdo es en que no estamos de acuerdo
con todos. Pero fíjate que también estas opiniones distintas coinciden en otro punto: a saber,
que lo que vaya a ser nuestra vida es, al menos en parte, resultado de lo que quiera cada
cual. Si nuestra vida fuera algo completamente determinado y fatal, remediable todas estas
disquisiciones carecerían del más mínimo sentido. Nadie discute si las piedras deben caer
hacia arriba o hacia abajo: caen hacia abajo y punto. Los castores hacen presas en los
arroyos y las abejas panales de celdillas hexagonales: no hay castores a los que tiente
hacer celdillas de panal, ni abejas que se dediquen a la ingeniería hidráulica. En su medio
natural, cada animal parece saber perfectamente lo que es bueno y lo que es malo para él,
sin discusiones ni dudas. No hay animales malos ni buenos en la naturaleza, aunque quizá
la mosca considere mala a la arana que tiende su trampa y se la come. Pero es que la araña
no lo puede remediar...
Voy a contarte un caso dramático. Ya conoces a las termitas, esas hormigas blancas que en
África levantan impresionantes hormigueros de varios metros de alto y duros como la piedra.
Dado que el cuerpo de las termitas es blando, por carecer de la coraza quitinosa que
protege a otros insectos, el hormiguero les sirve de caparazón colectivo contra ciertas
hormigas enemigas, mejor armadas que ellas. Pero a veces uno de esos hormigueros se
derrumba por culpa de una riada o de un elefante (a los elefantes les gusta rascarse los
flancos contra los termiteros, qué le vamos a hacer). En seguida, las termitas-obrero se
ponen a trabajar para reconstruir su dañada fortaleza a toda prisa. Y las grandes hormigas
enemigas se lanzan al asalto. Las termitas-soldado salen a defender a su tribu e intentan
detener a las enemigas. Como ni por tamaño ni por armamento pueden competir con ellas,
se cuelgan de las asaltantes intentando frenar todo lo posible su marcha, mientras las
feroces mandíbulas de sus asaltantes las van despedazando. Las obreras trabajan con toda
celeridad y se ocupan de cerrar otra vez el termitero derruido... pero lo cierran dejando fuera
a las pobres y heroicas termitas-soldado, que sacrifican sus vidas por la seguridad de las
demás. ¿No merecen acaso una medalla, por lo menos? ¿No es justo decir que son
valientes?
Cambio de escenario, pero no de tema. En la Ilíada, Homero cuenta la historia de Héctor, el
mejor guerrero de Troya, que espera a pie firme fuera de las murallas de su ciudad a
Aquiles, el enfurecido campeón de los aqueos, aun sabiendo que éste es más fuerte que él y
que probablemente va a matarle. Lo hace por cumplir su deber, que consiste en defender a
su familia y a sus conciudadanos del terrible asaltante. Nadie duda de que Héctor es un
héroe, un auténtico valiente. Pero ¿es Héctor heroico y valiente del mismo modo que las
termitas-soldado, cuya gesta millones de veces repetida ningún Homero se ha molestado en
contar? ¿No hace Héctor, a fin de cuentas, lo mismo que cualquiera de las termitas
anónimas? ¿Por qué nos parece su valor más auténtico y más difícil que el de los insectos?
¿Cuál es la diferencia entre un caso y otro?
Sencillamente, la diferencia estriba en que las termitas-soldado luchan y mueren porque
tienen que hacerlo, sin poderlo remediar (como la araña que se come a la mosca). Héctor,
en cambio, sale a enfrentarse con Aquiles porque quiere. Las termitas-soldado no pueden
desertar, ni rebelarse, ni remolonear para que otras vayan en su lugar: están programadas
necesariamente por la naturaleza para cumplir su heroica misión. El caso de Héctor es
distinto. Podría decir que está enfermo o que no le da la gana enfrentarse a alguien más
fuerte que él. Quizá sus conciudadanos le llamasen cobarde y le tuviesen por un caradura o
quizá le preguntasen qué otro plan se le ocurre para frenar a Aquiles, pero es indudable que
tiene la posibilidad de negarse a ser héroe. Por mucha presión que los demás ejerzan él,
siempre podría escaparse de lo que se supone que debe hacer: no está programado para
ser héroe, ningún hombre lo está. De ahí que tenga mérito su gesto y que Homero cuente su
historia con épica emoción. A diferencia de las termitas, decimos que Héctor es libre y por
eso admiramos su valor.
Y así llegamos a la palabra fundamental de todo este embrollo: libertad. Los animales (y no
digamos ya los minerales o las plantas) no tienen más remedio que ser tal como son y hacer
lo que están programados naturalmente para hacer. No se les puede reprochar que lo hagan
ni aplaudirles por ello porque no saben comportarse de otro modo. Tal disposición
obligatoria les ahorra sin duda muchos quebraderos de cabeza. En cierta medida, desde
luego, los hombres también estamos programados por la naturaleza. Estamos hechos para
beber agua, no lejía, y a pesar de todas nuestras precauciones debemos morir antes o
después. Y de modo menos imperioso pero parecido, nuestro programa cultural es
determinante: nuestro pensamiento viene condicionado por el lenguaje que le da forma (un
lenguaje que se nos impone desde fuera y que no hemos inventado para nuestro uso
personal) y somos educados en ciertas tradiciones, hábitos, formas de comportamiento,
leyendas..., en una palabra, que se nos inculcan desde la cunita unas fidelidades y no otras.
Todo ello pesa mucho y hace que seamos bastante previsibles. Por ejemplo, Héctor, ese del
que acabamos de hablar. Su programación natural hacía que Héctor sintiese necesidad de
protección, cobijo y colaboración, beneficios que mejor o peor encontraba en su ciudad de
Troya. También era muy natural que considerara con afecto a su mujer Andrómaca —que le
proporcionaba compañía placentera— y a su hijito, por el que sentía lazos de apego
biológico. Culturalmente se sentía parte de Troya y compartía con los troyanos la lengua, las
costumbres y las tradiciones. Además, desde pequeño le habían educado para que fuese un
buen guerrero al servicio de su ciudad y se le dijo que la cobardía era algo aborrecible,
indigno de un hombre. Si traicionaba a los suyos, Héctor sabía que se vería despreciado y
que le castigarían de uno u otro modo. De modo que también estaba bastante programado
para actuar como lo hizo, ¿no? Y sin embargo...
Sin embargo, Héctor hubiese podido decir: ¡a la porra con todo! Podría haberse disfrazado
de mujer para escapar por la noche de Troya, o haberse fingido enfermo o loco para no
combatir, o haberse arrodillado ante Aquiles ofreciéndole sus servicios como guía para
invadir Troya por su lado más débil también podría haberse dado a la bebida o haber
inventado una nueva religión que dijese que no hay que luchar contra los enemigos sino
poner la otra mejilla cuando nos abofetean. Me dirás que todos estos comportamientos
hubiesen sido bastante raros, dado quien era Héctor y la educación que había recibido. Pero
tienes que reconocer que no son hipótesis imposibles mientras que un castor que fabrique
panales o una termita desertora no son algo raro sino estrictamente imposible. Con los
hombres nunca puede uno estar seguro del todo, mientras que con los animales o con otros
seres naturales sí. Por mucha programación biológica o cultural que tengamos, los hombres
siempre podemos optar finalmente por algo que no esté en el programa (al menos, que no
esté del todo). Podemos decir «sí» o «no», quiero o no quiero. Por muy achuchados que nos
veamos por las circunstancias, nunca tenemos un solo camino a seguir sino varios.
Cuando te hablo de libertad es a esto a lo que me refiero. A lo que nos diferencia de las
termitas y de las mareas, de todo lo que se mueve de modo necesario e irremediable. Cierto
que no podemos hacer cualquier cosa que queramos, pero también es cierto que no
estamos obligados a querer hacer una sola cosa. Y aquí conviene señalar dos aclaraciones
respecto a la libertad:
Primera: No somos libres de elegir lo que nos pasa (haber nacido tal día, de tales padres y
en tal país, padecer un cáncer o ser atropellados por un coche, ser guapos o feos, que los
aqueos se empeñen en conquistar nuestra ciudad, etc.) sino libres para responder a lo que
nos pasa de tal o cual modo (obedecer o rebelarnos, ser prudentes o temerarios, vengativos
o resignados, vestirnos a la moda o disfrazarnos de oso de las cavernas, defender Troya o
huir, etc.).
Segunda: Ser libres para intentar algo no tiene nada que ver con lograrlo indefectiblemente.
No es lo mismo la libertad (que consiste en elegir dentro de lo posible) que la omnipotencia
(que sería conseguir siempre lo que uno quiere, aunque pareciese imposible). Por ello,
cuanta más capacidad de acción tengamos, mejores resultados podremos obtener de
nuestra libertad. Soy libre de querer subir al monte Everest, pero dado mi lamentable estado
físico y mi nula preparación en alpinismo es prácticamente imposible que consiguiera mi
objetivo. En cambio soy libre de leer o no leer, pero como aprendí a leer de pequeñito la
cosa no me resulta demasiado difícil si decido hacerlo. Hay cosas que dependen de mi
voluntad (y eso es ser libre) pero no todo depende de mi voluntad (entonces sería
omnipotente), porque en el mundo hay otras muchas voluntades y otras muchas
necesidades que no controlo a mi gusto. Si no me conozco ni a mí mismo ni al mundo en
que vivo, mi libertad se estrellará una y otra vez contra lo necesario. Pero, cosa importante,
no por ello dejaré de ser libre... aunque me escueza.
En la realidad existen muchas fuerzas que limitan nuestra libertad, desde terremotos o
enfermedades hasta tiranos. Pero también nuestra libertad es una fuerza en el mundo,
nuestra fuerza. Si hablas con la gente, sin embargo, verás que la mayoría tiene mucha más
conciencia de lo que limita su libertad que de la libertad misma. Te dirán: «¿Libertad? ¿Pero
de qué libertad me hablas? ¿Cómo vamos a ser libres, si nos comen el coco desde la
televisión, si los gobernantes nos engañan y nos manipulan si los terroristas nos amenazan,
si las drogas nos esclavizan, y si además me falta dinero para comprarme una moto, que es
lo que yo quisiera?» En cuanto te fijes un poco, verás que los que así hablan parece que se
están quejando pero en realidad se encuentran muy satisfechos de saber que no son libres.
En el fondo piensan: «¡Uf! ¡Menudo peso nos hemos quitado de encima! Como no somos
libres, no podemos tener la culpa de nada de lo que nos ocurra...» Pero yo estoy seguro de
que nadie —nadie— cree de veras que no es libre, nadie acepta sin más que funciona como
un mecanismo inexorable de relojería o como una termita. Uno puede considerar que optar
libremente por ciertas cosas en ciertas circunstancias es muy difícil (entrar en una casa en
llamas para salvar a un niño, por ejemplo, o enfrentarse con firmeza a un tirano) y que es
mejor decir que no hay libertad para no reconocer que libremente se prefiere lo más fácil, es
decir esperar a los bomberos o lamer la bota que le pisa a uno el cuello. Pero dentro de las
tripas algo insiste en decirnos: «Si tú hubieras querido...»
Cuando cualquiera se empeñe en negarte que los hombres somos libres, te aconsejo que le
apliques la prueba del filósofo romano. En la antigüedad, un filósofo romano discutía con un
amigo que le negaba la libertad humana y aseguraba que todos los hombres no tienen más
remedio que hacer lo que hacen. El filósofo cogió su bastón y comenzó a darle estacazos
con toda su fuerza. «¡Para, ya está bien, no me pegues más!», le decía el otro. Y el filósofo,
sin dejar de zurrarle, continuó argumentando: «¿No dices que no soy libre y que lo que hago
no tengo más remedio que hacerlo? Pues entonces no gastes saliva pidiéndome que pare:
soy automático.» Hasta que el amigo no reconoció que el filósofo podía libremente dejar de
pegar, el filósofo no suspendió su paliza. La prueba es buena, pero no debes utilizarla más
que en último extremo y siempre con amigos que no sepan artes marciales...
En resumen: a diferencia de otros seres, vivos o inanimados, los hombres podemos
inventar y elegir en parte nuestra forma de vida. Podemos optar por lo que nos parece
bueno, es decir, conveniente para nosotros, frente a lo que nos parece malo e
inconveniente. Y como podemos inventar y elegir, podemos equivocarnos, que es algo que a
los castores, las abejas y las termitas no suele pasarles. De modo que parece prudente
fijarnos bien en lo que hacemos y procurar adquirir un cierto saber vivir que nos permita
acertar. A ese saber vivir, o arte de vivir si prefieres, es a lo que llaman ética. De ello, si
tienes paciencia, seguiremos hablando en las siguientes páginas de este libro.
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«¡Y si ahora, dejando en el suelo el abollonado escudo y el fuerte casco y apoyado la
pica contra el muro, saliera al encuentro del inexorable Aquiles, le dijera que permitía a los
Atridas llevarse a Helena y las riquezas que Alejandro trajo a Ilión en las cóncavas naves,
que esto fue lo que originó la guerra, y le ofreciera repartir a los aqueos la mitad de lo que la
ciudad contiene y más tarde tomara juramento a los troyanos de que, sin ocultar nada,
formasen dos lotes con cuantos bienes existen dentro de esta hermosa ciudad?... Mas ¿por
qué en tales cosas me hace pensar el corazón?» (Homero, Ilíada).
«La libertad no es una filosofía y ni siquiera es una idea: es un movimiento de la
conciencia que nos lleva, en ciertos momentos, a pronunciar dos monosílabos: Sí o No. En
su brevedad instantánea, como a la luz del relámpago, se dibuja el signo contradictorio de la
naturaleza humana» (Octavio Paz, La otra voz).
«La vida del hombre no puede "ser vivida" repitiendo los patrones de su especie; es
él mismo —cada uno— quien debe vivir. El hombre es el único animal que puede estar
fastidiado, que puede estar disgustado, que puede sentirse expulsado del paraíso» (Erich
Fromm, Ética y psicoanálisis).

MATERIAL EXTRAÍDO DE "ETICA PARA AMADOR" DE FERNANDO SABATER

ACTIVIDAD INICIAL CON LOS GRUPOS DE 1ERO DE EMS Y 5TO ARTÍSTICO MARZO 2024

       ACTIVIDAD INICIAL CON LOS GRUPOS DE 1ERO DE EMS Y 5TO ARTÍSTICO    MARZO 2024 En relación a lo acordado en la sala docente previa por...