EL ORIGEN DE LA FILOSOFÍA DE KARL JASPERS
La
historia de la filosofía como pensar metódico tiene sus comienzos
hace dos mil quinientos años, pero como pensar mítico mucho antes.
Sin
embargo, comienzo no es lo mismo que origen. El comienzo es
histórico y acarrea para los que vienen después un conjunto
creciente de supuestos sentados por el trabajo mental ya efectuado.
Origen es, en cambio la fuente de la que mana en todo tiempo
el impulso que mueve a filosofar. Únicamente gracias a él resulta
esencial la filosofía actual en cada momento y comprendida la
filosofía anterior.
Este
origen es múltiple. Del asombro sale la pregunta y
el conocimiento, de la duda acerca de lo conocido
el examen crítico y la clara certeza, de la conmoción del
hombre y de la conciencia de estar perdido la cuestión de
sí propio. Representémonos ante todo estos tres motivos.
Primero. Platón
decía que el asombro es
el origen de la filosofía. Nuestros ojos nos "hacen ser
partícipes del espectáculo de las estrellas, del sol y de la
bóveda celeste”. Este espectáculo nos ha "dado el impulso
de investigar el universo. De aquí brotó para nosotros la
filosofía, el mayor de los bienes deparados por los dioses a la
raza de los mortales". Y Aristóteles: “Pues la admiración
es lo que impulsa a los hombres a filosofar: empezando por
admirarse de lo que les sorprendía por extraño, avanzaron poca a
poco y se preguntaron por las vicisitudes de la luna y del sol, de
los astros y por el origen del un universo."
El
admirarse impele a conocer. En la admiración cobro conciencia
de no saber. Busco el saber, pero el saber mismo, no "para
satisfacer ninguna necesidad común”.
El
filosofar es como un despertar de la vinculación a las necesidades
de la vida. Este despertar tiene lugar mirando desinteresadamente a
las cosas, al cielo y al mundo preguntando qué sea todo ello y de
dónde todo ello venga, preguntas cuya respuesta no serviría para
nada útil, sino que resulta satisfactoria por sí sola.
Segundo.
Una vez que
he satisfecho mi asombro admiración con el contexto de lo que
existe, pronto se anuncia la duda.
A buen seguro que se acumulan los conocimientos, pero ante el examen
crítico no hay nada cierto. Las percepciones sensibles están
condicionadas por nuestros órganos sensoriales y son engañosas y
en todo caso no concordantes con lo que existe fuera de mí
independientemente de que sea percibido o en sí. Nuestras formas
mentales son las de nuestro humano intelecto. Se enredan en
contradicciones insolubles. Por todas partes se alzan unas
afirmaciones frente a otras. Filosofando me apodero de la duda,
intento hacerla radical, mas, o bien gozándome en la negación
mediante ella, que ya no respeta nada, pero que por su parte tampoco
logra dar un paso mas, o bien preguntándome dónde estará la
certeza que escape a toda duda y resista ante toda crítica honrada.
La
famosa frase de Descartes "pienso, luego existo" era para
el indubitablemente cierta cuando dudaba de todo lo demás, pues ni
siquiera el perfecto engaño en materia de conocimiento, aquel que
quizá ni percibo puede engañarme acerca de mi existencia
mientras me engaño al pensar.
La
duda se vuelve como duda metódica la fuente del examen crítico de
todo conocimiento. De aquí que sin una duda radical, ningún
verdadero filosofar. Pero lo decisivo es cómo y dónde se conquista
a través de la duda misma el terreno de la certeza.
Y tercero. Entregado
al conocimiento de los objetos del mundo, practicando la duda como
la vía de la certeza, vivo entre y para las cosas, sin pensar en
mí, en mis fines, mi dicha, mí salvación. Más bien estoy
olvidado de mi y satisfecho de alcanzar semejantes
conocimientos.
La
cosa se vuelve otra cuando me doy cuenta de mí mismo en mi
situación.
El
estoico Epícteto decía: “El origen de la filosofía es
el percatarse de la propia debilidad e impotencia.”
¿Cómo salir de la impotencia? La respuesta de Epicuro decía:
considerando todo lo que no está en mi poder como indiferente
para mi en su necesidad, y, por el contrario, poniendo en claro y en
libertad por medio del pensamiento lo que reside en mi, a saber, la
forma y el contenido de mis representaciones.
Cerciorémonos
de nuestra humana situación. Estamos siempre en situaciones.
Las situaciones cambian, las ocasiones se suceden. Si estas no se
aprovechan no vuelven más. Puede trabajar por hacer que cambie la
situación. Pero hay situaciones por su esencia permanentes,
aun cuando se altere su apariencia momentánea y se cubre de un velo
su poder sobrecogedor: no puedo menos de morir, ni de padecer, ni de
luchar, estoy sometido al acaso, me hundo inevitablemente en la
culpa. Estas situaciones fundamentales de nuestra existencia
las llamamos situaciones límites. Quiere
decir que son situaciones de las que no podemos salir y que no
podemos alterar. La conciencia de estas situaciones límites es
después del asombro y de la duda el origen más profundo aún, de
la filosofía. En la vida corriente huimos frecuentemente ante ellas
cerrando los ojos y haciendo como si no existieran. Olvidamos que
tenemos que morir, olvidamos nuestro ser culpable y nuestro
estar entregados al acaso. Entonces sólo tenemos que habérnoslas
con las situaciones concretas, que manejamos a nuestro gusto y
a las que reaccionamos actuando según planes en el mundo,
impulsados por nuestros intereses vitales. A las situaciones límites
reaccionamos, en cambio, ya velándolas, ya cuando nos damos
cuenta realmente de ellas, con la desesperación y con la
reconstitución: Llegamos a ser nosotros mismos en una
transformación de la conciencia de nuestro ser.
Resumamos.
El origen del
filosofar reside en la admiración, en la duda, en la conciencia de
estar perdido. En todo caso comienza el filosofar con una conmoción
total del hombre y siempre trata de salir del estado de turbación
hacia una meta.
Platón
y Aristóteles partieron de la admiración en busca de la
esencia del ser.
Descartes
buscaba en medio de la serie sin fin de lo incierto la certeza
imperiosa.
Los
estoicos buscaban en medio de los dolores de la existencia la paz
del alma.
Cada
uno de estos estados de turbación tiene se verdad, vestida
históricamente en cada caso de las respectivas ideas y lenguaje.
Apropiándonos históricamente éstos, avanzamos a través de ellos
hasta los orígenes aún presentes en nosotros.
El
afán es de un suelo seguro, de la profundidad del ser, de
eternizarse.
Estos
tres influyentes motivos –la admiración y el conocimiento, la
duda y la certeza, el sentirse perdido y el encontrarse a sí mismo–
no agotan lo que nos mueve a filosofar en la actualidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario