" Sin duda alguna, tu sólo amas el bien, porque es buena la tierra con sus altas montañas,
sus onduladas colinas, sus campos llanos; bueno es el terreno variado y fértil, buena la
casa amplia y luminosa, con sus habitaciones dispuestas con armoniosas proporciones;
buenos los cuerpos animales dotados de vida; bueno es el aire templado y saludable;
buena la comida sabrosa y sana; buena la salud sin padecimientos ni fatigas; bueno es el
rostro del hombre, armonioso, iluminado por una suave sonrisa y por vívidos colores;
buena el alma del amigo por la dulzura de compartir los mismos sentimientos y la
fidelidad de la amistad; bueno es el hombre justo y buenas son las riquezas que nos
ayudan a quitarnos problemas de encima; bueno el cielo con el Sol, la Luna y las
estrellas; buenos los ángeles por su santa obediencia; buena la palabra que instruye de
modo agradable e impresiona de manera conveniente al que la escucha; bueno es el
poema armonioso por su ritmo y majestuoso por sus sentencias. ¿Qué más podemos
agregar? ¿Para qué seguir con esta enumeración? Esto es bueno, aquello es bueno.
Suprime el esto y el aquello, y contempla el bien mismo, si puedes; verás entonces a
Dios, que no recibe su bondad de otro bien, sino que es el Bien de todo bien. En efecto,
entre todos estos bienes –los que he recordado u otros que se ven o se imaginan– no
podemos decir que uno es mejor que el otro, cuando juzgamos de acuerdo con la verdad,
si en nosotros no estuviese impresa la noción del bien mismo, regla según la cual
declaramos buena a una cosa buena, prefiriendo una cosa a otra. Así es como debemos
amar a Dios: no como a este o aquel bien, sino como al Bien mismo.
Agustín Trinidad
Cada cosa, pues, ha sido creada de acuerdo con su propia razón o idea. Y estas razones
o ideas, ¿dónde se hallarán, si no es en la mente del Creador? En efecto, Dios no podía
contemplar algo que estuviese fuera de sí mismo, con objeto de tomarlo como modelo
para crear lo que creaba: sería un sacrilegio sólo pensarlo. Sin embargo, si estas razones
de todas las cosas creadas o por crear se hallan contenidas en la mente divina y en la
mente divina no puede haber nada que no sea eterno e inmutable, y estas razones
fundamentales de las cosas son lo que Platón llamaba “ideas”, no sólo existen las ideas,
sino que las ideas son la verdadera realidad, porque son eternas e inmutables, y existe —
gracias a que participa de ellas— todo lo que existe, sea cual fuere su modo de ser."
San Agustín La ciudad de Dios
Trinidad
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Mas corto no podia ser?
ResponderEliminarUn poquito más largo no había no?
ResponderEliminarPobre loco el viejo: soy yo Agustín González comandando
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