miércoles, 12 de septiembre de 2018

Texto de Nietzsche



Nietzsche 1844-1900

Texto extraído de " Así hablaba Zaratustra"

“Tres transformaciones del espíritu os menciono: cómo el espíritu se convierte en camello, y el
camello en león, y el león, por fin en niño […] ¿Qué es pesado? así pregunta el espíritu paciente, y
se arrodilla, igual que el camello, y quiere que se le cargue bien […] ¿Acaso no es: humillarse para
hacer daño a la propia soberbia? ¿Hacer brillar la propia tontería para burlarse de la propia
sabiduría? […] Con todas estas cosas, las más pesadas de todas, carga el espíritu paciente:
semejante al camello que corre al desierto con su carga, así corre él a su desierto. Pero en lo más
solitario del desierto tiene lugar la segunda transformación: en león se transforma aquí el espíritu,
quiere conquistar su libertad como se conquista una presa, y ser señor en su propio desierto. Aquí
busca a su último señor: quiere convertirse en enemigo de él y de su último dios, con el gran
dragón quiere pelear para conseguir la victoria. ¿Quién es el gran dragón, al que el espíritu no
quiere seguir llamando señor ni dios? “Tú debes”, se llama el gran dragón. Pero el espíritu del
león dice “yo quiero” […] Crear valores nuevos -tampoco el león es aún capaz de hacerlo: mas
crearse libertad para un nuevo crear- eso sí es capaz de hacerlo el poder del león. Crearse libertad
y un no santo incluso frente al deber: para ello, hermanos míos, es preciso el león […] Pero
decidme, hermanos míos, ¿qué es capaz de hacer el niño que ni siquiera el león ha podido
hacerlo? ¿Por qué el león rapaz tiene que convertirse todavía en niño? Inocencia es el niño, y
olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma, un primer
movimiento, un santo decir sí […] Tres transformaciones del espíritu os he mencionado: cómo el
espíritu se convirtió en camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño”
NIETZSCHE, Así habló Zarathustra.
1. Con respecto al texto: sitúa al autor en su momento histórico, señala el tema o el problema del
texto, indica las ideas principales, muestra las relaciones entre ellas y explícalas. (2,5)
El tema del texto son las tres transformaciones que Nietzsche cree necesarias para superar al
hombre occidental venido a menos por la educación platónico-cristiana y devolverle su original
creatividad inocente, la que es propia de un niño y del superhombre.
En cuanto al momento histórico, habría que señalar que la vida de Nietzsche abarca la segunda
mitad del siglo XIX, un período muy convulso y agitado en el que se entrecruzan diversos
movimientos de transformación políticos, sociales y económicos: la segunda industrialización, el
crecimiento del capitalismo, un gran progreso científico, así como enfrentamientos entre
tendencias opuestas como el liberalismo, el tradicionalismo, el socialismo, el anarquismo...,
enfrentamientos que darán lugar a luchas nacionales, guerras territoriales y revoluciones sociales.
Se trata, en definitiva, de una época en la que los viejos ideales de la Ilustración empiezan a
derrumbarse, siendo Nietzsche uno de sus mayores críticos.
Las ideas del texto son las siguientes:
La primera transformación es simbolizada por el comportamiento dócil y abnegado del
camello, que busca humillarse y negarse a sí mismo. Necesita un dueño que le dicte su
deber.
La segunda se simboliza por un león, que lucha por expresar libremente su voluntad. Pero
ese león aún no ha recuperado la capacidad de crear valores, sólo sabe destruir.
La tercera es el niño, que nace con una creatividad inocente, autónoma, una aceptación de
la vida y del mundo que debe recuperar el hombre que la haya perdido. El camino del
superhombre, por tanto, consiste en volver a ser como niños, en desaprender todas las
actitudes con las que cargamos.
Nietzsche describe aquí estas tres transformaciones del espíritu humano porque cree que son
las que necesita el hombre occidental, el cual lleva encima la pesada carga de la tradición cristiana
y platónica. En la primera figura del espíritu, el camello, queda simbolizado el creyente que se
humilla ante otro más grande que él, sea Dios o la Verdad racional; y que hace de la negación de
sí mismo una virtud. Es preciso señalar que el Cristianismo (o cualquier religión) y el platonismo
Nietzsche 1844-1900
son para Nietzsche similares, porque inculcan ambos esta primera figura del espíritu: le señalan
al ser humano que lo valioso está fuera de sí, y que lo que él lleva dentro no merece la pena. Debe
agacharse, obedecer a esa otra instancia superior, y desconocerse a sí mismo para trascenderse.
Ya sea en el lenguaje creyente o en el más sofisticado de los racionalistas, ambas tradiciones han
logrado taponar el torrente de fuerza creadora (voluntad de poder) que toda persona es desde su
infancia, y que era la cultura occidental en su fase clásica, griega o romana.
La segunda fase, el león, es el necesario momento rebelde que destruye toda pesada carga y se
rebela contra sus amos, pero se pierde porque no sabe aún construir valores que le guíen. Es un
momento necesario, pero insuficiente.
El niño es la figura del superhombre: inocente, desconocedor de la culpa y del pecado, activo
jugador que explora el mundo y sus propias facultades sin ningún temor, asombrado de lo que
encuentra y acepta con amor (“un santo decir sí”). Como un artista libre, mira al mundo desde la
óptica del juego, no admite ninguna regla que no venga de sí mismo. También es olvido, porque
el rencor es para Nietzsche algo característico del creyente, que destila todo su odio en un castigo
eterno, el infierno, deseado por él a quienes aman esta vida sin pensar en otra, bajo el brazo
ejecutor de un Dios omnipotente que es trasunto de su impotencia. Lejos de estas actitudes, el
niño y el superhombre no tienen tiempo para el rencor, no pueden siquiera pararse a perdonar las
ofensas, porque olvidan rápidamente lo que no merece la pena. Los gusanos del rencor no anidan
en el cuerpo vivo del niño, sino en el muerto de quien está presa de la manía de los trasmundos.
¿Cómo hemos degenerado tanto, si en nuestro origen somos seres tan supremos? Para
Nietzsche ha triunfado desde hace siglos en la cultura occidental la rebelión de los esclavos, que
consiste en transvalorar los valores propios del superhombre (el riesgo, la superación, el amor a la
vida, la voluntad de poder, el amor propio) señalándolos como algo negativo, ya sea pecados o
errores. Tras siglos de enseñanza cristiano-racionalista, el europeo occidental tiene miedo de sí
mismo, desprecia este valle de lágrimas y busca cargas que llevar con humillación y obediencia.
Esto es lo que nuestro autor quiere romper con su mensaje del superhombre. Quien asuma la
muerte de Dios anunciada por Zarathustra, es decir, la vaciedad de ese concepto, podrá superar
el nihilismo en que sume al hombre la tradición occidental y mirar de frente este único mundo
que tenemos, hasta el punto de poder soportar y desear su eterno retorno.
En suma, podemos decir que el mensaje de Nietzsche es una exhortación a la autosuperación y
a salir del rebaño, a buscarse a sí mismo y a vivir la vida con autenticidad, desde uno mismo. Esa
es la actitud del superhombre, que no quiere confundirse con la plebe, sino que quiere buscar su
propio camino. Un mensaje muy actual en nuestra sociedad de masas, en la que quizá sería la
primera transformación del espíritu el consumidor en que se ha convertido el hombre occidental.

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